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martes, 28 de abril de 2015

Buenos Aires en 1780, su arquitectura

BUENOS AIRES SU ARQUITECTURA EN EL SIGLO XVIII

Casa Basabilbaso en 1782

El siglo XVIII fue de gran trasformación para la ciudad de Buenos Aires. Según el plan de reformas trazado por los reyes de la Casa de Borbón destinado a mejorar sus dominios en América con una nueva organización administrativa y legal, se creó el virreinato del Río de la Plata —con sede en Buenos Aires— y más tarde fue subdividido el vasto territorio en Intendencias. Otras creaciones de carácter institucional, como la Audiencia y el Consulado, dieron mayor jerarquía a la ciudad, mientras la sociedad porteña recibió el valioso aporte cultural de varios científicos que arribaron con motivo de las comisiones de límites hispanolusitanas, debido al término de las luchas por la Colonia del Sacramento.
El adelanto edilicio y crecimiento de la ranchería fue visible. En 1783 Francisco de Aguirre escribió: no hay uno que no se asombre de la trasformación de Buenos Aires casi de repente. El villorrio del siglo XVII fue tomando lentamente el aspecto de una ciudad, aunque desde tiempo atrás ya ostentaba ese titulo, a pesar de la ranchería que se observaba por doquier.
A mediados del siglo XVIII, el área urbana de Buenos Aires comprendía el centro, los arrabales y las quintas. La zona céntrica estaba limitada hacia el sur por el "zanjón del Hospital" o "del Alto" (actual calle Chile} y hacia el norte por el "zanjón de Matorras" o de "las Catalinas"que corría entre las actuales calles Paraguay y Córdoba. Los días lluviosos aumentaban peligrosamente el caudal de sus aguas y fueron el motivo principal que demoró por años el poblamiento de las zonas del Retiro y del Socorro. El rústico puerto ubicado al sur perdió utilidad por las basuras y resacas que arrastraban las aguas del Riachuelo, las cuales rellenaron el lugar, que se trasformó en una zona inundable. Por esta causa, los marinos buscaron lugares de mayor profundidad —denominados "pozos"— para anclar las naves y descargar pasajeros y mercancías a carretones de altas ruedas, que hacían el trasbordo hasta la tierra firme. En la zona cercana a la desembocadura del Riachuelo se levantaron los primeros depósitos y galpones, por eso con el correr del tiempo el lugar recibió el nombre de Barracas. Allí también comenzaron a funcionar hornos para fabricar tejas y ladrillos. El inconveniente de los zanjones impulsó a los vecinos a extender sus viviendas hacia el oeste y en esa dirección se amplió la zona urbana, hasta la altura de las actuales calles Lima y Cerrito. En dirección al este, el limite lo establecía la costa del río.
Las casas más destacadas de la sociedad porteña se levantaron en el barrio de Santo Domingo, el más aristocrático del siglo XVIII. Cabe mencionar en primer término la de Domingo de Basavilbaso, español que hizo fortuna en el comercio. Su vivienda puede considerarse como modelo de arquitectura civil colonial y se afirma que fue la primera en Buenos Aires que tuvo aljibe. El edificio fue construido en el año 1782 y ocupaba la esquina sudoeste de las calles Belgrano y Balcarce, esta última era en aquellas épocas el bajo o la ribera. La casa de Basavilbaso subsistió hasta no hace muchos años, aunque muy deteriorada y semihundida a causa de la nivelación de las calles. Sobre la portada podía observarse un elegante coronamiento barroco de influencia portuguesa y las ventanas con las características "rejas voladas" y una moldura curva superior.
En el interior, un corredor cubierto de tejas conducia a un patio con salida a la calle Balcarce por medio de un ancho portón. 
Fallecido Basavilbaso, el edificio pasó por herencia a la familia de Azcuénaga, la cual lo alquiló más tarde para Aduana. Cuando el último organismo se trasladó a otro local más nuevo,(la Aduana nueva construida en 1855) también se conoció a la casona con el nombre de Aduana Vieja.
Otra mansión de antaño ya desaparecida fue la casa de la Virreina vieja, cuya fachada sobre la calle Perú constaba de varias ventanas y una amplia portada de acceso, de estilo barroco, donde se congregaban las familias de la sociedad porteña en sus famosas tertulias.