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lunes, 21 de octubre de 2019

Convento de Santo Domingo Una iglesia con historia


Convento de Santo Domingo

Convento de Santo Domingo Una iglesia con historia

Una iglesia con historia


Cuando Juan de Garay hizo el primer reparto de solares de la ciudad de Buenos Aires, donó a los dominicos la manzana limitada actualmente por las calles Reconquista, Sarmiento, 25 de Mayo y Cangallo. En esa época, el lugar era considerado distante del centro urbano, ubicado a comienzos del siglo XVI, en las proximidades del templo de San Francisco. Por medio de donaciones y compras, la Orden de Santo Domingo fue adquiriendo tierras en la manzana que hoy limitan las calles Defensa, Belgrano,Venezuela y Balcarce. Allí levantaron una ranchería para residencia, además de huerta y un pequeño cementerio.
La construcción de la primitiva capilla —iniciada hacia 1600— duró varios años debido a derrumbes y sucesivas mejoras, efectuadas en parte por el alarife Manuel Ferreira.
A fines del siglo XVII, los religiosos dispusieron levantar un nuevo edificio para iglesia, pues la calidad de los materiales empleados no aseguraba suficiente solidez. El 29 de junio de 1751 fue bendecida la piedra fundamental del actual templo de Santo Domingo. Pocos meses antes, ya había sido contratado el arquitecto Antonio Masella para dirigir las obras. Los trabajos se iniciaron con lentitud, de modo que a comienzos de 1762 los muros se levantaban apenas una vara del suelo. En esa época se hizo cargo de la administración de la obra don Juan de Lezica y Torrezuri, el cual si bien no era arquitecto, poseía talento y sentido práctico. Según constancias documentales, en el año 1770 intervino en la construcción el maestro mayor Francisco Álvarez, y en el altar principal trabajó el escultor José de Sosa. La iglesia fue consagrada en octubre de 1783, aunque faltaba terminar la fachada y la segunda torre.

Lezica y Torrezuri fue el más destacado benefactor de la iglesia de Santo Domingo. Se cuenta que cierta vez obsequió a su esposa, doña Elena Alquiza, un par de aros para lucirlos en una fiesta. Para asistir a la reunión, la señora se colocó un solo pendiente y al preguntarle su esposo el motivo, le contestó que usaría el par cuando la fachada de Santo Domingo tuviera la torre que faltaba.
El señor Lezica prometió cumplir con este deseo, que ambos no vieron, pues fallecieron antes de levantarse la segunda torre.

El edificio consta de tres naves —la central con bóveda en cañón seguido—, crucero y cúpula. En 1817, y según una acuarela del pintor costumbrista inglés Emeric Essex Vidal, la fachada era muy sobria y modesta. Una franja blanca a modo de zócalo en la parte inferior —probable banqueo—, un pórtico de cinco arcos y unas sencillas pilastras, que carecían de base y capitel. Luego una cornisa ondulada en toda la extensión de frente y una sola torre, situada al este, pues la otra fue construida en 1856.
En la torre primitiva se hallan incrustadas unas esferas de madera que remplazan a las balas de cañón disparadas desde la casa cercana de Francisco Tellechea, en junio de 1807, para combatir a los invasores ingleses que se habían atrincherado en el templo.
Cuando Rivadavia, en su carácter de ministro de Martín Rodríguez.impuso las reformas al clero, los dominicos fueron desalojados y el convento se utilizó como Museo de Historia Natural y en la torre de la iglesia se instaló un observatorio astronómico.
En octubre de 1835, Rosas dispuso el retorno de los mencionados sacerdotes.

Importantes reformas se efectuaron en la iglesia de Santo Domingo a principios de este siglo. En la actual fachada se destaca el frontón clásico que une ambas torres.
El 20 de junio de 1903 se inauguró en el atrio un mausoleo que contiene los restos del general Manuel Belgrano.

Varias figuras destacadas reposan bajo las bóvedas del templo, entre ellas Juan de Lezica y Torrezuri y su esposa; Domingo Belgrano Pérez —padre del general—; el lego José de Zemborain; el general Antonio González Balcarce y otros.

LA ARQUITECTURA RELIGIOSA


LA ARQUITECTURA RELIGIOSA


LA ARQUITECTURA RELIGIOSA

Su importancia

Las iglesias fueron las obras más destacadas de nuestro país en el período hispánico. Aunque los templos más importantes que han llegado hasta el presente comenzaron a edificarse en las primeras décadas del siglo XVIII, no puede dudarse que la arquitectura religiosa se inició mucho antes, junto con la civil.
Escribe el historiador Ismael Bucich Escobar: "Basta penetrar en las iglesias para impregnarse de un hondo perfume de antigüedad que emana de los muros, de los ábsides, de las telas centenarias y de las toscas esculturas. En las ciudades del Viejo Mundo las iglesias son, por lo general, contemporáneas del resto de la edificación. En Buenos Aires, los templos son los únicos monumentos que quedan de nuestro pasado secular, porque la edificación humilde que surgió a la par de ellos ha desaparecido y en su lugar se alzaron construcciones gigantescas".

Dentro del panorama de nuestro país en el período hispánico, los más importantes monumentos religiosos se encuentran en la provincia de Córdoba y en prueba de ello basta citar la imponente Catedral, considerada la muestra más representativa de la arquitectura colonial argentina. De acuerdo con las normas impuestas por la Corona española, el fundador de una ciudad debía señalar —próximo a la plaza principal— el terreno donde se levantaría la iglesia, labor en que se empleaban los mejores operarios que se disponían y los materiales más valiosos a su alcance.
Corresponde a los jesuitas y a los hermanos coadjutores el mérito de haber erigido los templos más destacados, labor aun más importante si tenemos en cuenta la escasez de elementos y de mano de obra competente.
Varios fueron los religiosos que sobresalieron en el difícil arte de la arquitectura, pero sobre ellos aparecen con nitidez dos grandes maestros, que se desempeñaron en la misma época, los italianos Andrés Blanqui y Juan Bautista Prímoli. El primero superó —al menos por su infatigable actividad constructiva— a su compañero de congregación .
Las iglesias jesuíticas se inspiraron en la llamada del Jesús (en Roma), obra del célebre arquitecto italiano Vignola (1507-73), que creó una nueva estructura con planta en forma de cruz latina, elevada cúpula sobre el crucero y capillas laterales. La fachada fue obra de Jacobo Della Porta. El edificio sirvió de modelo para levantar en España las primeras iglesias de estilo barroco y, luego, el arquetipo mencionado se imitó en tierras americanas.
Según las constancias documentales, en la Buenos Aires fundada por Pedro de Mendoza en 1536 se levantaron sucesivamente hasta cuatro iglesias, que fueron simples ranchos y ninguna perduró luego del incendio y destrucción del poblado en 1541.

En el interior del real construido por los conquistadores llegados con Mendoza se levantó una iglesia con paredes de adobe y techo de paja, en que rezó misa el presbítero Juan Gabriel Lezcano.
Un poco alejadas del parapeto que defendía el villorrio, se erigieron luego dos capillas. Las tres pequeñas iglesias no tardaron en desaparecer, la primera, destruida por las llamas, y las últimas, arrastradas por las aguas.
Para remplazar el templo quemado, en 1538 se construyó otro con maderas y cuyo párroco fue el presbitero Julián Carrasco. Esta iglesia, puesta bajo la advocación del Espíritu Santo, también fue destruida cuando se despobló Buenos Aires en 1541.

Al fundar Juan de Garay la ciudad de Buenos Aires en 1580, determinó los solares de los principales edificios públicos, entre ellos, la Iglesia Mayor, a la cual adjudicó el lote N° 2, en el mismo sitio que ocupa la actual Catedral.
Comúnmente, los templos de Buenos Aires se levantaron en las esquinas que formaban los ángulos de las manzanas y sólo por excepción en la mitad de una cuadra. Las fachadas se construían retiradas de la línea de edificación, para dar lugar a pequeños atrios defendidos con postes de madera dura y, más tarde, por verjas de hierro. Se llegaba al citado atrio por medio de una corta escalinata. Las iglesias pueden tener una o dos torres —se utilizan como campanario— que terminan en copulines, y también un cimborrio con cúpula sobre el crucero, es decir, donde la nave central es cortada por una trasversal. Tanto los copulines como las cúpulas están cubiertos por azulejos.

Las fachadas más antiguas eran muy simples y se caracterizaban por tener sencillas pilastras estriadas —sin capitel— al lado de la portada y, en la parte superior, una moldura horizontal. Ese aspecto presentaba la iglesia de San Nicolás a mediados del sigloXVIII. El arquitecto jesuita Andrés Blanqui diseñó fachadas inspiradas en el estilo clásico italiano del siglo XVI, con un frontispicio dividido en tres cuerpos y pilastras que dejan espacio para varios nichos u hornacinas, conforme puede observarse en la iglesia del Pilar. La aparición del estilo barroco en nuestro medio está presente en la fachada del templo de San Ignacio, con sus alerones y curvadas molduras.

Su importancia
Las iglesias fueron las obras más destacadas de nuestro país en el período hispánico. Aunque los templos más importantes que han llegado hasta el presente comenzaron a edificarse en las primeras décadas del siglo XVIII, no puede dudarse que la arquitectura religiosa se inició mucho antes, junto con la civil.
Escribe el historiador Ismael Bucich Escobar: "Basta penetrar en las iglesias para impregnarse de un hondo perfume de antigüedad que emana de los muros, de los ábsides, de las telas centenarias y de las toscas esculturas. En las ciudades del Viejo Mundo las iglesias son, por lo general, contemporáneas del resto de la edificación. En Buenos Aires, los templos son los únicos monumentos que quedan de nuestro pasado secular, porque la edificación humilde que surgió a la par de ellos ha desaparecido y en su lugar se alzaron construcciones gigantescas".

Dentro del panorama de nuestro país en el período hispánico, los más importantes monumentos religiosos se encuentran en la provincia de Córdoba y en prueba de ello basta citar la imponente Catedral, considerada la muestra más representativa de la arquitectura colonial argentina. De acuerdo con las normas impuestas por la Corona española, el fundador de una ciudad debía señalar —próximo a la plaza principal— el terreno donde se levantaría la iglesia, labor en que se empleaban los mejores operarios que se disponían y los materiales más valiosos a su alcance.
Corresponde a los jesuitas y a los hermanos coadjutores el mérito de haber erigido los templos más destacados, labor aun más importante si tenemos en cuenta la escasez de elementos y de mano de obra competente.
Varios fueron los religiosos que sobresalieron en el difícil arte de la arquitectura, pero sobre ellos aparecen con nitidez dos grandes maestros, que se desempeñaron en la misma época, los italianos Andrés Blanqui y Juan Bautista Prímoli. El primero superó —al menos por su infatigable actividad constructiva— a su compañero de congregación .
Las iglesias jesuíticas se inspiraron en la llamada del Jesús (en Roma), obra del célebre arquitecto italiano Vignola (1507-73), que creó una nueva estructura con planta en forma de cruz latina, elevada cúpula sobre el crucero y capillas laterales. La fachada fue obra de Jacobo Della Porta. El edificio sirvió de modelo para levantar en España las primeras iglesias de estilo barroco y, luego, el arquetipo mencionado se imitó en tierras americanas.
Según las constancias documentales, en la Buenos Aires fundada por Pedro de Mendoza en 1536 se levantaron sucesivamente hasta cuatro iglesias, que fueron simples ranchos y ninguna perduró luego del incendio y destrucción del poblado en 1541.

En el interior del real construido por los conquistadores llegados con Mendoza se levantó una iglesia con paredes de adobe y techo de paja, en que rezó misa el presbítero Juan Gabriel Lezcano.
Un poco alejadas del parapeto que defendía el villorrio, se erigieron luego dos capillas. Las tres pequeñas iglesias no tardaron en desaparecer, la primera, destruida por las llamas, y las últimas, arrastradas por las aguas.
Para remplazar el templo quemado, en 1538 se construyó otro con maderas y cuyo párroco fue el presbitero Julián Carrasco. Esta iglesia, puesta bajo la advocación del Espíritu Santo, también fue destruida cuando se despobló Buenos Aires en 1541.

Al fundar Juan de Garay la ciudad de Buenos Aires en 1580, determinó los solares de los principales edificios públicos, entre ellos, la Iglesia Mayor, a la cual adjudicó el lote N° 2, en el mismo sitio que ocupa la actual Catedral.
Comúnmente, los templos de Buenos Aires se levantaron en las esquinas que formaban los ángulos de las manzanas y sólo por excepción en la mitad de una cuadra. Las fachadas se construían retiradas de la línea de edificación, para dar lugar a pequeños atrios defendidos con postes de madera dura y, más tarde, por verjas de hierro. Se llegaba al citado atrio por medio de una corta escalinata. Las iglesias pueden tener una o dos torres —se utilizan como campanario— que terminan en copulines, y también un cimborrio con cúpula sobre el crucero, es decir, donde la nave central es cortada por una trasversal. Tanto los copulines como las cúpulas están cubiertos por azulejos.

Las fachadas más antiguas eran muy simples y se caracterizaban por tener sencillas pilastras estriadas —sin capitel— al lado de la portada y, en la parte superior, una moldura horizontal. Ese aspecto presentaba la iglesia de San Nicolás a mediados del sigloXVIII. El arquitecto jesuita Andrés Blanqui diseñó fachadas inspiradas en el estilo clásico italiano del siglo XVI, con un frontispicio dividido en tres cuerpos y pilastras que dejan espacio para varios nichos u hornacinas, conforme puede observarse en la iglesia del Pilar. La aparición del estilo barroco en nuestro medio está presente en la fachada del templo de San Ignacio, con sus alerones y curvadas molduras.

sábado, 24 de noviembre de 2018

EUROPA SU PRIMERA ÉPOCA

EUROPA SU INICIO


Europa en su inicio fue habitada por la población cretense, que eran marinos y desembarcaron por todo el mediterráneo en el siglo 1700 a J. C.

 Al llegar a la península helena se encuentran con los aqueos, a quienes colonizan, estos de origen septentrional, entran en la historia como la vanguardia de las hordas indoeuropeas, llegadas de las orillas del Báltico o del Caspio.

Este grupo nórdico sin perder sus características se adaptaron a la forma de vida de los mediterráneos, se convirtieron en navegantes y comerciantes.
Hicieron de Micenas la ciudad rica en oro según Homero. Construyeron vías estratégicas, palacios y necrópolis, solidas y ricas en oro.
Alrededor de 1400 a de C. desembarcaron en las cercanias de la ciudad de Cnosos, la ciudad es incendiada, quedando vencido el reino Egeo.
A partir de entonces Micenas irradia a los demás pueblos una civilización mixta, formada por grupos étnicos continentales y grupos mediterráneos, abarcando una gran extensión, ya que se establecen desde Sicilia hasta Cipre y desde Tesalia hasta Anatolia.Los bárbaros vencedores acabaron por sentirse Egeos y se opusieron a los pueblos orientales, surgiendo la primera manifestación de la conciencia europea.
fuente: Historia de Europa y del genio europeo, dirección gral. de Robert Laffont



Lo siguiente nos cuenta el inicio conocido de la civilización en Chipre.
El sitio con la primera actividad humana conocida en Chipre es Aetokremnos, situado en la costa sur, que indica que los cazadores-recolectores estaban activos en la isla alrededor del 10000 a. C., con comunidades estables en aldeas que datan de 8200 a. C. La llegada de los primeros humanos se correlaciona con la extinción de los hipopótamos enanos y elefantes enanos. Al descubrir los arqueólogos pozos de agua en el oeste de Chipre, los clasificaron entre los más antiguos del mundo, fechados en 9.000 a 10.500 años.
Fuente wikipedia

miércoles, 7 de noviembre de 2018

PALAIS DE GLACE

PALAIS DE GLACE

PALAIS DE GLACE

Si retrocediéramos 100 años y entráramos al recién inaugurado “Palais de Glace”, quedaríamos asombrados al ver parejas de jóvenes, niños y niñas, evolucionando sobre una pista de hielo circular al compás de valses vieneses, mientras un público heterogéneo contempla los giros y piruetas de los patinadores desde los palcos circundantes.
La plazoleta en que aún hoy se yergue el palacete de estilo francés, fue dada en concesión por la entonces Municipalidad de Buenos Aires en 1910 a una firma comercial, que introdujo la gran novedad del patinaje sobre hielo, desconocido en nuestro país, tomando como modelo el famoso “Palais des Glaces”, de París.
Las instalaciones mecánicas que producían el hielo que cubría la pista de 21 m de diámetro, se encontraban en el sótano, y en la planta baja y primer piso se hallaban los palcos para el público, que eran atendidos por los servicios de una confitería también ubicada en la planta baja.
Se alquilaban patines y se daban clases a cargo de expertos profesores, en tanto que la música era provista por un órgano de fuertes voces que llenaba el recinto, iluminado por la gran lucerna central, y faroles convenientemente ubicados.
Como tantas modas, esta también fue efímera, y el “Palais de Glace”, pasó a ser de glace solo en el nombre, pues al poco tiempo comenzó a funcionar como salón de baile, para la muchachada jaranera que concurría a divertirse.
Y fue en 1912, cuando el barón Antonio de Marchi organizó en esa sala un gran baile de tango, al que invitó a lo más granado de la sociedad porteña. De Marchi era yerno del general Roca, (casado con María Roca) y se lo consideraba un personaje un tanto extravagante, aún para la época.
Conocido bon-vivant, impulsor de los deportes, fue fundador de la Sociedad Sportiva Argentina que funcionaba en donde actualmente está en el Campo de Polo, de la Sociedad Hípica Argentina, siendo patrocinador de las primeras exposiciones de caballos criollos, y del Cercle de L´Epee, que fomentaba la esgrima entre sus asociados.
Pero volvamos a esa gran recepción, que amenizó la orquesta de Genaro Espósito (el “tano” Genaro para los amigos) y donde lució sus cortes y quebradas un gran músico y bailarín: Enrique Saborido. En realidad, no hizo otra cosa que consagrar lo que ya había sido consagrado en el Viejo Mundo, donde el tango era furor y conquistaba los salones de la aristocracia europea.
Y el “Palais de Glace” siguió asociado al tango, ya que funcionaron allí, en la década del 20, dos boites, como empezaba a denominarse a ciertos lugares nocturnos: el “Vogue´s Club” y “Cyros”. En ellas actuaron famosos conjuntos de tango, especialmente el célebre sexteto de Julio de Caro. Otro episodio tiene también incidencia en la música tanguera.
Al salir del Palais la noche del 11 de diciembre de 1915, en que festejaba su cumpleaños, Carlos Gardel es baleado a quemarropa en un incidente con una patota de “niños bien”. La bala quedó a muy corta distancia del corazón, y nunca le fue extraída.
A partir de 1931, en que finalizó la concesión, la Municipalidad cede el edificio al Ministerio de Educación, que encarga la remodelación del mismo al arquitecto Alejandro Bustillo, para adecuarlo como sede de la Dirección Nacional de Bellas Artes.
Todos los años se realizaba allí el Salón Nacional, hasta 1954, en que fue destinado a funcionar como estudio anexo del entonces Canal 7. Desde 1960 se restituyeron sus salas a las funciones originales, y en la actualidad están dedicadas a exposiciones artísticas de toda índole.
Pero el tango quedó ligado a su historia, y los muros de los que hoy cuelgan cuadros que esperan consagración, seguramente albergan  apagados ecos de los sonidos de otrora. Tal vez, al cerrarse las puertas del viejo “Palais de Glace”, en el silencio de la noche, algún trasnochador de recalada escuche, al pasar por sus veredas, casi como en un susurro las estrofas del tango de Cadícamo: “Palais de Glace, del 920/ No existes más con tu cordial ambiente/ Allí bailé mis tangos de estudiante…"

(De Enrique Espina Rawson)
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Imagen: Postal del “Palais de Glace” circa 1910. (Fotografia tomada de es.wikipedia.org)
Nota tomada de la página web FervorxBuenosAires.com

PALACIO UNZUÉ "Donde murió Evita"

PALACIO UNZUÉ
"Donde murió Evita"

PALACIO UNZUÉ "Donde murió Evita"

En el predio que hoy ocupa la Biblioteca Nacional, sobre la vieja barranca del Río de la Plata, se encontraba la antigua “Quinta de los Unzué”, que fuera utilizada como residencia presidencial.

El Palacio Unzué, también conocido como Quinta Unzué, fue la Residencia Presidencial de la República Argentina durante la presidencia de Juan Domingo Perón (1946-1955), y se transformó en un lugar de peregrinación y culto luego de la muerte de Eva Perón en 1952. El grado de simbolismo que tomó el edificio fue tal, que luego del golpe militar que derrocó a Perón en 1955, los dictadores que tomaron el poder ordenaron su demolición total.


La residencia ocupaba un amplio terreno en Buenos Aires de casi tres manzanas de superficie con jardines arbolados, entre Avenida del Libertador, Austria, Agüero y Avenida Las Heras. En su predio se construyó, entre 1962 y 1992, la actual Biblioteca Nacional de la República Argentina.


Allí vivieron el Gral. Juan Domingo Perón y su esposa, Eva Duarte, quién falleció en el sitio, el 26 de Julio de 1952.

Hacia 1955, la histórica vivienda fue demolida para dar lugar al mencionado edificio.

La historia del Palacio Unzué está documentada a partir de fines del gobierno de Juan Manuel de Rosas (1835-1852), cuando tres ingleses habrían comprado los terrenos para construir allí una casa de veraneo. En 1855, el predio pasó a manos de Mariano Saavedra (hijo de Cornelio Saavedra, Presidente de la Primera Junta en 1810) quien construyó su propia residencia allí, en donde se celebraron numerosas reuniones mientras fue Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Por aquellos años, esta zona del actual barrio de Recoleta era un rincón marginal y semi-rural en una Buenos Aires todavía reducida hasta la zona de la actual Avenida Callao, y era difícil acceder a la casa de Saavedra.

Entre 1883 y 1887 la quinta fue adquirida por Mariano Unzué junto a su esposa Mercedes Baudrix, y en tiempos de gran crecimiento de Buenos Aires y grandes ganancias para los productores agropecuarios de familias tradicionales como los Unzué, Don Mariano pudo construir allí su gran residencia, en la cual su familia vivió durante las siguientes décadas.

En 1910, durante la Exposición del Centenario, el Palacio Unzué fue sede principal de la Exposición de Salud e Higiene, que mostró algunos adelantos técnicos de la época como el inodoro, nuevos sistemas cloacales e instrumental médico de vanguardia.

Finalmente, luego de la Gran Depresión de 1930, el modelo agroexportador argentino se agotó definitivamente y las familias antes millonarias gracias a ese sistema perdieron sus fortunas y su poder, de tal forma que muchas debieron rematar sus grandes residencias.

En el caso del Palacio Unzué, fue el Estado Nacional quien expropió el edificio para saldar deudas en 1937, destinándolo a propiedad del Poder Ejecutivo.

El edificio no fue utilizado por los presidentes, el primero en hacerlo sería Edelmiro Farrell (1944-1946), quien usó esporádicamente el Palacio Unzué como residencia, en épocas en que el domicilio presidencial estaba en la calle Suipacha 1034.3 

El primer presidente en utilizarlo regularmente Juan Domingo Perón, electo en 1946, quien se instaló definitivamente en el Palacio Unzué, alejándose del centro porteño hacia este barrio arbolado y residencial, considerando que además por la Avenida Alvear (actual Av. del Libertador) tenía un rápido acceso a la Casa Rosada.

Eva Perón trabajó en la Residencia Presidencial una vez que el cáncer que la afectaba le impidió trasladarse a sus oficinas en el Palacio de la Legislatura, donde funcionaba la Fundación con su nombre. Finalmente, agotados todos los recursos posibles para curarla, Evita falleció en el Palacio Unzué el 26 de julio de 1952.

Durante su convalecencia, numerosos seguidores habían estado en vela en los portones de la residencia, dejando imágenes, velas y cartas; y luego de la muerte el lugar alcanzó proporciones místicas, mientras Perón seguía viviendo allí.

La planta baja no era demasiado utilizada. Perón y Evita se instalaron en el primer piso, donde estaba el dormitorio principal y un cuarto de huéspedes, vestidores, biblioteca, escritorio y un pequeño comedor diario, además de las dependencias de servicio y de las administrativas. La escalera de mármol tenía forma de “Y”, y llevaba a las alas derecha e izquierda de la planta, que se asomaban a un balcón desde el cual podía observarse la planta baja de la mansión. También había un ascensor que se encontraba del otro lado de la casa, entre la biblioteca y el salón dorado.

Fue en esa casa donde Evita otorgaba entrevistas y donde murió, en 1952. Allí vivió Perón hasta su derrocamiento, en 1955, por la Revolución Libertadora, cuando la casa sufrió un sospechoso conato de incendio.

El 16 de septiembre de 1955, durante los bombardeos aéreos que buscaban derrocar a Perón, uno de los artefactos explosivos fue arrojado sobre el palacio presidencial, pero cayó sobre los jardines del edificio sin destruirlo. Durante los días posteriores al golpe de Estado de 1955 la casa sufrió un fue incendiado y saqueado por militares cercanos al bando golpista. En 1956, el poder quedó en manos del General Pedro Eugenio Aramburu, dictador que gobernó entre 1955 y 1958 acérrimo enemigo del presidente depuesto, quien en 1958 definió que el Palacio Unzué debería ser demolido completamente. Aramburu fue el primer gobernante argentino que utilizó la Quinta de Olivos como domicilio presidencial, función que mantuvo hasta la actualidad.

Ya recuperada la democracia, el Presidente Arturo Frondizi (1958-1962) impulsó en 1960 la construcción en el predio de la nueva Biblioteca Nacional. La Biblioteca fue concursada en 1962, y el proyecto ganador fue el de Clorindo Testa y Francisco Bullrich, sin embargo las obras se desarrollaron con una lentitud inesperada, y el edificio recién fue abierto al público por el Presidente Carlos Menem en 1992.

En el vestíbulo de la Biblioteca, numerosas placas de bronce recuerdan tanto a Eva Perón y a la demolición del Palacio Unzué con que se pretendió borrar una parte de la historia argentina. Una estatua con la imagen de Evita remata los jardines del edificio, sobre la esquina de Avenida del Libertador y Austria.

Relatan los empleados del depósito de libros que, en ocasiones, se escuchan pasos entre los corredores, mientras un delicado perfume femenino flota en el aire... Tal vez "Evita"?


viernes, 2 de noviembre de 2018

CASA DEL PUEBLO


CASA DEL PUEBLO 

CASA DEL PUEBLO


CASA DEL PUEBLO

La onda demoledora sigue abatiendo viejas reliquias de Buenos Aires. Esta vez le tocó el turno a la histórica Casa del Pueblo, que durante 26 años albergó al Partido Socialista.
La orden llegó después que la Corte Suprema de Justicia, tras largo litigio entre el Partido Socialista Democrático y la Sociedad Anónima La Vanguardia (propietaria del edificio) decidió que esta última está en condiciones jurídicas de "ejercer el pleno dominio de sus bienes"


La historia del añejo edificio de Rivadavia 2150 se remonta a enero de 1927, cuando, merced al aporte de entusiastas militantes se logró inaugurar la flamante casa. El acto fue con todas las de la ley: gran bandera roja en el frontis, entusiasta interpretación de La Internacional con acompañamiento de orquesta, y en el sitio de honor las figuras aún no legendarias de Juan B. Justo, Mario Bravo, Adolfo Dickmann y Nicolás Repetto
De allí en adelante, la casa albergó relevantes hechos y protagonistas. En 1931, a raíz de! congreso partidario, se aprueba en esa sede la formación de la Alianza Socialista - Democrática Progresista, que contó con el fuerte impulso de Lisandro de la Torre. En el 39, mientras desde Europa llegaban
los últimos ecos de la Guerra Civil Española, el líder republicano Indalecio Prieto ocupaba el estrado de la Casa del Pueblo para encender los ánimos socialistas.
En el edificio funcionó también una imprenta donde se imprimieron periódicos como La Lucha y La Vanguardia, La Revista Socialista y la colección de El Pequeño Libro Socalista. En la planta baja había una librería, la sala de redacción de La Vanguardia y un buffet.
Pero tal vez lo más valioso era la Biblioteca Obrera, en el primer piso, que con las donaciones de Joaquín V. González y Juan B. Justo logró reunir más de 120 mil volúmenes. Todo eso, más la abundante documentación histórica del partido, se perdió en el incendio que destruyó casi totalmente el edificio
el 14 de abril de 1953.
Tres años más tarde sobrevino la división (Partido Socialista Argentino y Partido Socialista Democrático) y a partir de entonces los restos de la sede quedaron abandonados. Recién hace poco tiempo la justicia decidió quién es el dueño del solar y también la sociedad La Vanguardia ha decidido qué hará: barrer los escombros y construir la nueve Casa del Pueblo."

HOTEL DE WATSON

HOTEL DE WATSON

HOTEL DE WATSON


Thomas Watson era un inglés que construyó el más importante hotel del pueblo de Belgrano y al cual le puso su nombre. Había nacido en 1837, se había radicado en el país a principios de la década de 1860. El señorial Hotel se construyó en Lavalle (hoy Juramento) y Río Bamba (hoy Vuelta de Obligado) al lado de lo que es hoy la Parroquia “ La Redonda ”, que en los tiempos de construcción del hotel, no existía y era un símbolo del lugar. Se inauguró en diciembre de 1878.

Tenía dos pisos y hasta un mirador para divisar la llegada de las diligencias que paraban en el lugar. Cuentan que era famoso por la buena comida que preparaba un cocinero escocés.

Una vez construida la Parroquia, se unió a esta por el muro norte, formando la Recova actual entre La Parroquia, Juramento y Cabildo. En este lugar hay comercios de distintos rubros.

En el citado Hotel estuvieron personalidades como Avellaneda,
 Sarmiento y Mitre. A fines del siglo XIX el hotel dejó de funcionar.

En 1885 el hotel “Watson” sirvió también de sede al Club Unión, uno de los más prestigiosos del entonces pueblo de Belgrano y más tarde, cerrado el hotel, su planta baja se convirtió en locales comerciales y los altos en viviendas y consultorios.

El Hotel fue sede de un famoso equipo de cricket el Zingari pero tambien fue protagonista de un hecho policial famoso en la época. De resultas de ese hecho un Médico español el Dr. Vicente Castañeda obtuvo una medalla de gratitud del pueblo de Belgrano en 1878. En ella se lee 
“Los vecinos de Belgrano al médico Vicente Castañeda” y en el reverso “Gratitud a sus servicios. Mayo 1878”.

El Dr. Vicente Castañeda se alojaba en mayo de 1878 en el Hotel Watson. En esa misma fecha en una habitacion se dieron cita dos amantes, ambos inmigrantes alemanes. Ella, llamada Teresa y él, llamado Julio 
Rohlfs habian venido en el mismo barco junto a Carlos Scheiber, el esposo de Teresa. Todos se conocian de Alemania.

Teresa desapareció un dia del Hotel de Inmigrantes donde se alojaba con su esposo e hijos y Carlos la comenzó a buscar. 
Lo llamativo es que ella llevaba un embarazo de casi ocho meses. Finalmente averiguo que estaba en el Hotel Watson con el amigo en comun y alli fue. Cuando llegó, Carlos Scheiber descubrió que su mujer estaba alojada con Julio Rohlfs, su amante. Las crónicas de la época dicen que, al verse descubiertos, Rohlfs agarró un arma, le disparó a Teresa y se suicidó. Lo relataron así: Carlos penetró resueltamente al interior de las piezas ocupadas por Teresa y Julio. Teresa estaba en una pequeña salita y al ver a su marido se sintió dominada por el terror. Carlos, con voz firme y serena, le pidió que lo acompañase, a lo que iba a acceder Teresa, penetrando a la otra pieza para recoger una gorra. Pero no bien hubo entrado se sintieron dos detonaciones, una en pos de la otra. Julio, el amante de Teresa acababa de descerrajarle un tiro en la sien, pegándose el otro en el mismo sitio.”

Otros que al encontrarlos en la habitacion le disparó a ambos.

Teresa estaba embarazada. El Dr. Castañeda fue llamado de urgencia y solo pudo salvar al niño mediante cesarea aunque luego fallecio, por lo que producto de esos disparos murieron 3 personas.

Carlos, el agresor, fue detenido.
 El diario La Nación del 4 de mayo, señala que fueron rectificados algunos detalles de la narración anterior y “parece que fue mal informado el colega de La Prensa al dar cuenta ayer de este suceso, en la parte que se refiere al autor de los asesinatos”.

Después se descubrió que los amantes habían previsto que todo podía terminar mal. Y dejaron dos cartas explicando su decisión. Teresa decía que nunca había amado a su marido y afirmaba: “Más vale morir que seguir en esta vida”. Julio sostenía: “No hay nada que me pueda convencer de seguir sufriendo esta vida penosa”. Y ambos, en sus textos, confesaban su amor.
Hoy del hotel sólo quedan unos arcos de su recova. La parte superior fue demolida. Y, tras unos años de abandono, la recova se convirtió en el local de un elegante café.
Quizá por allí también retumben los ecos del sonido que dejaba al pasar el viejo “tranguaicito”, un tranvía tirado por tres caballos percherones que iba desde la estación del tren, en el Bajo, hasta la actual calle Vidal. El servicio era para que los vecinos pudieran llegar hasta el ferrocarril, un medio clave para trasladarse al Centro de la Ciudad.

sábado, 20 de octubre de 2018

UN MUNDO DE GLAMOUR HOTEL MARRIOTT PLAZA

UN MUNDO DE GLAMOUR HOTEL MARRIOTT PLAZA




 


Posado frente a la plaza San Martín (en Florida y Marcelo T. de Alvear) desde 1909, conforma una postal clásica de la ciudad con el edificio Kavanagh.  
Si bien fue remodelado varias veces desde su fundación por Ernesto Tornquist, conserva el aspecto elegante que lo caracteriza, así como los ambientes lujosos, en los que abundan refinados detalles de decoración.  

Esa impronta de distinción se manifiesta sobre todo en la suite Fundador 02, donde se alojaron célebres personalidades del mundo. 

Entre ellos, se cuentan el escritor hindú Rabindranath Tagore, Enrico Caruso (que rompió el espejo de un botiquín al ensayar un allegro vivace), el Sha de Persia, Charles De Gaulle -cuya larga talla obligó a construir una cama especial, más tarde también usada por Rock Hudson-, Theodore Roosevelt, Neil Armstrong, Indira Gandhi, Arturo Toscanini, Pelé, María Callas, Albert Sabin y Luciano Pavarotti.
 


En este hotel, donde el presidente Carlos Alvear tenía un escritorio permanente en una suite del cuarto piso, Gardel cantó "Caminito".  

En 1957 se improvisó una sesión de jazz del mejor, cuando Louis Armstrong  tocó su trompeta desde la ventana de su habitación, acompañado desde la vereda por jóvenes músicos locales.
 
Las paredes del restaurante La Brasserie conservan murales que recrean la vida social del Buenos Aires de 1900, pintadas en la época en que el lugar funcionaba como Salón para señoras.  
También permanece intacto el Plaza Bar, entre cuyas paredes de madera solía darse cita la alta sociedad porteña, para compartir copas y canapés.  
A su vez, el Plaza Grill se mantiene desde 1909 revestido con maderas traídas de Europa y mosaicos holandeses. Allí siempre llamaron la atención los ventiladores de India, un toque exótico