EL CASTILLO SAN FRANCISCO, TAMBIÉN LLAMADO CASTILLO
DE EGAÑA
En
la pequeña localidad de Egaña, en el Partido de Rauch, a poco más de 275 km de
Buenos Aires, se encuentra una vieja mansión abandonada desde hace décadas, y
que es conocida por los lugareños como “El Castillo de Egaña”.
Fue
una de las más grandes y lujosas mansiones rurales de la época
con 77 ambientes, 14 baños, 2 cocinas, galerías, patios, taller de carpintería,
terraza, mirador y balcones.
Hacia
1825, en épocas de Bernardino Rivadavia el general Eustoquio Díaz Vélez, activo
y comprometido protagonista del proceso revolucionario iniciado en mayo de
1810, adquirió en enfiteusis algo más de 17 leguas en la zona del Fuerte
Independencia, hoy Tandil. Poco después, sumó 20 leguas más dando origen a una
inmensa estancia de reconocida fama, a la que en honor a su esposa (Carmen
Guerrero y Obarrio), bautizó con el nombre de “El Carmen”.
Treinta
y un año más tarde, cuando el viejo general murió (1856), sus hijos, Carmen,
Manuela y Eustoquio (h), hicieron efectiva la propiedad del latifundio y, tras
la sucesión, el varón se quedó con la estancia, manteniendo su antigua
denominación.
Millonario
próspero y renombrado miembro de elite porteña, Eustoquio Díaz Vélez (h)
acrecentó la fortuna a lo largo de su vida, dejó un suntuoso palacio en el
barrio de Barracas y, cuando finalmente falleció en 1910, la estancia “El
Carmen” se dividió entre sus dos únicos hijos varones: Carlos, que era
ingeniero, y Eugenio, arquitecto de profesión. También sus cuatro nietas
recibieron una fracción del campo.
Será
el segundo de sus hijos (Eugenio) quien levantaría, sobre la porción de tierra
heredada, el casco de la estancia San Francisco, muy cercano al pueblo/estación
de Egaña, por donde pasaba el tren desde 1891.
Así
es como nace el famoso castillo que nos convoca.
Eugenio
proyectó el edificio siguiendo un estilo europeo muy ecléctico y trasladó desde
Buenos Aires y Europa la mayor parte de los materiales de construcción. Los
trabajadores fueron contratados en Capital Federal y enviados al sitio de la
obra; que se prolongó desde 1918 hasta 1930.
La
casa no tiene un frente definido y cualquiera de sus lados podría ser el
principal. Carece de un estilo definido, pero sus rasgos no pueden ser mas
europeos (italianos, normandos, franceses, medievales).
Fue
concebida en una época en donde la premisa de la burguesía era el "Show
off", y muchas grandes estancias de imponentes cascos surgieron durante
este período. Años en donde Argentina era uno de los países mas ricos y
promisorios del mundo y muchas de sus familias vivían mejor que en Europa.
Los
estancieros se mudaban por temporadas a sus palacetes de la pampa, y con ellos
varias generaciones de toda su familia y la extensa servidumbre que era
necesaria para atender a tantos.
A
lo largo de esos doce años, el castillo experimentó ampliaciones, mejoras y una
decoración de excelencia. Debió ser una especie de hobby para su propietario,
en donde poder experimentar y plasmar sus proyectos de arquitectura, mientras
la familia lo ocupaba estacionalmente.
Cuando
Eugenio murió, el 20 de mayo de 1930, “San Francisco” fue heredado por su hija
mayor, María Eugenia, quien arrendó las tierras, administradas por la Casa
Bullrich y Cia.
Todo
parece indicar que no fue una decisión acertada. Los actuales descendientes
coinciden en afirmar que, desde entonces, se inició la lenta y persistente
decadencia de la estancia y su fabuloso edificio.
En
1958, bajo la gobernación de Oscar Alende (UCRI), el proyecto de reforma
agraria, tan resistido por los terratenientes y alentado desde los días del
presidente Perón, finalmente tocó a las puertas de la estancia; y, con la
intensión de implementar planes de colonización y afincar a pequeños
propietarios rurales (mismo proyecto –fallido- de Rivadavia), la inmensa
propiedad fue expropiada por la provincia, según ley 5.971, del 2 de diciembre
de 1958 y ley 6.258 del 14 de marzo de 1960. De este modo, antiguos
arrendatarios se convirtieron en propietarios de las tierras que antes
alquilaban, apoyados por créditos del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
El
Ministerio de Asuntos Agrarios creó entonces la colonia Langueyú, dentro de la
cual quedó gran parte de la estancia San Francisco y su reputado casco. Más
tarde, la estancia se subdividió y adjudicó en lotes a los colonos. En tanto el
mobiliario, equipos de trabajo y demás enseres del edificio fueron subastados
(y no tanto saqueados, como dice una tradición que circula).
Pero,
¿qué iba a hacer el gobierno provincial con semejante construcción, en medio
del campo? Los hechos revelan que no tomó una determinación rápida y el
castillo empezó a sufrir el deterioro.
Finalmente,
en 1965, el gobernador Anselo Marini (UCRP) lo transfirió al Consejo General de
la Minoridad (mediante decreto 5.178/65) con la intensión de convertirlo en un
hogar/granja que, a la sazón, terminó convertido en un reformatorio, alojando a
jóvenes con problemas de conducta. Hacia mediados de los ’70, y tras un
asesinato que comprometió a uno de los internos, los menores fueron reubicados
y el castillo quedó, una vez más, olvidado. Deshabitado. Abandonado, hasta el
día de hoy.
Para
mayor ilustración ver
Fuente:
ConoceLaProvincia: