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martes, 26 de noviembre de 2019

PARÍS MEDIEVAL, COMO SE MODERNIZÓ


google.com, pub-1330566906317413, DIRECT, f08c47fec0942fa0 HISTORIA DE LA ARQUITECTURA
MODERNA

FUENTE: LEONARDO BENÉVOLO

2. La obra de Haussmann 


Las obras dirigidas por Haussmann en sus diecisiete años de poder pueden dividirse en cinco categorías:
Primeramente están sus obras viarias, que se centran en dos aspectos; la apertura de nuevas arterias en los viejos barrios y la urbanización de los trazados periféricos al viejo París con el trazado de nuevas retículas viarias.
París antes de la reurbanización de Haussman
En cuanto al primer aspecto, Haussmann corta el núcleo medieval con una serie de calles anchas y rectilíneas, procurando no destruir los monumentos más importantes y los aprovecha como punto de fuga para las nuevas perspectivas de las calles. A la hora de construir en las nuevas calles, se redacta una normativa más detallada que la del pasado.
En segundo lugar, destaca la construcción de edificios dirigida directamente por la Prefectura y por otras entidades públicas. Incluso se comienzan a construir viviendas destinadas a las clases más débiles económicamente por parte del estado, como única forma de garantizar que se construirán de acuerdo con las mínimas condiciones higiénicas.
Las obras para crear nuevos parques públicos serán fundamentales en la labor de Haussmann. Empieza a trabajar en el Bois de Boulogue que era un antiguo bosque y creará el Bois de Vicennes y otros jardines menores.
En cuanto a las instalaciones hidráulicas estará ayudado por Belgrand. Belgrand construirá la nueva red de alcantarillado y proyecta los nuevos acueductos e instalaciones para la extracción de agua de Sena.
Haussmann modifica la distribución administrativa de la ciudad.
En general podemos hacer un balance global de la operación con carácter positivo, pero el mecanismo establecido para las expropiaciones dio lugar a discusiones y el propio Haussmann se mostraba muy crítico con un sistema que permitía a los propietarios adueñarse de las plusvalías de una inversión pagada con fondos públicos.
la reforma del París antiguo, medieval


3. El debate sobre la obra de Haussmann


Antes de nada deberíamos decir que en el caso de París y de Haussmann, las actuaciones que finalmente quedan a la vista son menos importantes que otras cosas que creó desde su puesto y que son calles que se pueden ver cada día. En este sentido podríamos decir que la intervención de Haussmann se apoya en en un pilar fundamental que es la reforma en la forma de gestión y en la actividad administrativa de los poderes públicos.
El interés que tiene el plan de Haussmann radica en ser el primer ejemplo de una acción, sobre una trama ya existente, lo suficientemente amplia e importante como para mantenerse al paso de los años y de las transformaciones sufridas posteriormente por la ciudad. Pero esta forma de actuar fue criticada en su tiempo. Si los liberales le criticaban su “métodos financieros“ los intelectuales y artistas no le perdonaban lo que ellos entendían como la destrucción de los ambientes del viejo París y la vulgaridad de las nuevas construcciones. En general el plan de Haussmann funcionó perfectamente durante muchos decenios, pero luego llegó a quedarse inadecuado y “pequeño“ para las necesidades crecientes de los nuevos tiempos, con el agravante de que aquel enorme dispositivo se mostraba como un ente que carecía de flexibilidad y que oponía una gran resistencia a cualquier modificación. En el fondo Haussmann piensa que París puede ser “reordenado“ de una vez por todas y que esa reordenación deberá hacerse con criterios de regularidad  geométrica y simetría aceptando en este punto los convencionalismos de la cultura de la academia.
Haussmann no puede actuar como lo harán los urbanistas barrocos sino que su acción es un continuo estímulo y coordinación de las múltiples fuerzas que actúan de modo siempre variable sobre la formación urbana.


4. La influencia de Haussmann

Las realizaciones de Haussmann en París constituyen el prototipo de lo que se llamará “urbanística conservadora“, la cual se convierte en práctica común de muchas ciudades europeas a partir de 1870. En la propia Francia encontramos ejemplos en ciudades como Lyon, Marsella, Montpellier, Toulouse y desgraciadamente en Roma y Aviñón. En Bruselas destaca una figura como es Auspach, que canaliza el río Senne.
En Italia, en muchas ciudades se abre una calle en línea recta desde el centro hasta la estación de ferrocarril, pero la experiencia urbanística más importante la supondrá la reordenación de Florencia, con proyecto de G. Poggi, se preocupará principalmente de ampliar la ciudad para acoger nuevos habitantes. No se preocupa de crear una Florencia nueva, sino una Florencia más extensa y tras derribar las murallas se centra en crear barrios periféricos dejando para el futuro la intervención en el casco viejo. Así el casco antiguo se salva en gran parte de la destrucción a diferencia de París.
En general podemos decir que la inmensa mayoría de las remodelaciones urbanas hechas a imitación de la de Haussmann, son muy inferiores al modelo. Este plan fue importante por su coherencia e integridad con la que se realizó y en ningún otro lugar se dieron las  circunstancias tan favorables como las que se encontró Haussmann. Así que en muchos casos, esas reformas que se pretendían llevar a cabo se quedan a la mitad, estropeando irremediablemente las ciudades antiguas sin obtener a cambio ciudades modernas que funcionen. Ninguna administración logra contener los efectos de la especulación inmobiliaria.
En cuanto a la actuación del Estado encaminada a solucionar los problemas de las viviendas populares, sólo se hará de una forma organizada durante los últimos decenios del siglo XIX y tanto en Inglaterra como en Francia y Alemania a mediados de siglo comienzan a desarrollarse iniciativas privadas en este sentido. En los dos decenios del Segundo Imperio (1850-1869), la práctica urbanística haussmaniana se extiende por las colonias; una historia que está aun por escribir.


lunes, 21 de octubre de 2019

Convento de Santo Domingo Una iglesia con historia


Convento de Santo Domingo

Convento de Santo Domingo Una iglesia con historia

Una iglesia con historia


Cuando Juan de Garay hizo el primer reparto de solares de la ciudad de Buenos Aires, donó a los dominicos la manzana limitada actualmente por las calles Reconquista, Sarmiento, 25 de Mayo y Cangallo. En esa época, el lugar era considerado distante del centro urbano, ubicado a comienzos del siglo XVI, en las proximidades del templo de San Francisco. Por medio de donaciones y compras, la Orden de Santo Domingo fue adquiriendo tierras en la manzana que hoy limitan las calles Defensa, Belgrano,Venezuela y Balcarce. Allí levantaron una ranchería para residencia, además de huerta y un pequeño cementerio.
La construcción de la primitiva capilla —iniciada hacia 1600— duró varios años debido a derrumbes y sucesivas mejoras, efectuadas en parte por el alarife Manuel Ferreira.
A fines del siglo XVII, los religiosos dispusieron levantar un nuevo edificio para iglesia, pues la calidad de los materiales empleados no aseguraba suficiente solidez. El 29 de junio de 1751 fue bendecida la piedra fundamental del actual templo de Santo Domingo. Pocos meses antes, ya había sido contratado el arquitecto Antonio Masella para dirigir las obras. Los trabajos se iniciaron con lentitud, de modo que a comienzos de 1762 los muros se levantaban apenas una vara del suelo. En esa época se hizo cargo de la administración de la obra don Juan de Lezica y Torrezuri, el cual si bien no era arquitecto, poseía talento y sentido práctico. Según constancias documentales, en el año 1770 intervino en la construcción el maestro mayor Francisco Álvarez, y en el altar principal trabajó el escultor José de Sosa. La iglesia fue consagrada en octubre de 1783, aunque faltaba terminar la fachada y la segunda torre.

Lezica y Torrezuri fue el más destacado benefactor de la iglesia de Santo Domingo. Se cuenta que cierta vez obsequió a su esposa, doña Elena Alquiza, un par de aros para lucirlos en una fiesta. Para asistir a la reunión, la señora se colocó un solo pendiente y al preguntarle su esposo el motivo, le contestó que usaría el par cuando la fachada de Santo Domingo tuviera la torre que faltaba.
El señor Lezica prometió cumplir con este deseo, que ambos no vieron, pues fallecieron antes de levantarse la segunda torre.

El edificio consta de tres naves —la central con bóveda en cañón seguido—, crucero y cúpula. En 1817, y según una acuarela del pintor costumbrista inglés Emeric Essex Vidal, la fachada era muy sobria y modesta. Una franja blanca a modo de zócalo en la parte inferior —probable banqueo—, un pórtico de cinco arcos y unas sencillas pilastras, que carecían de base y capitel. Luego una cornisa ondulada en toda la extensión de frente y una sola torre, situada al este, pues la otra fue construida en 1856.
En la torre primitiva se hallan incrustadas unas esferas de madera que remplazan a las balas de cañón disparadas desde la casa cercana de Francisco Tellechea, en junio de 1807, para combatir a los invasores ingleses que se habían atrincherado en el templo.
Cuando Rivadavia, en su carácter de ministro de Martín Rodríguez.impuso las reformas al clero, los dominicos fueron desalojados y el convento se utilizó como Museo de Historia Natural y en la torre de la iglesia se instaló un observatorio astronómico.
En octubre de 1835, Rosas dispuso el retorno de los mencionados sacerdotes.

Importantes reformas se efectuaron en la iglesia de Santo Domingo a principios de este siglo. En la actual fachada se destaca el frontón clásico que une ambas torres.
El 20 de junio de 1903 se inauguró en el atrio un mausoleo que contiene los restos del general Manuel Belgrano.

Varias figuras destacadas reposan bajo las bóvedas del templo, entre ellas Juan de Lezica y Torrezuri y su esposa; Domingo Belgrano Pérez —padre del general—; el lego José de Zemborain; el general Antonio González Balcarce y otros.

LA ARQUITECTURA RELIGIOSA


LA ARQUITECTURA RELIGIOSA


LA ARQUITECTURA RELIGIOSA

Su importancia

Las iglesias fueron las obras más destacadas de nuestro país en el período hispánico. Aunque los templos más importantes que han llegado hasta el presente comenzaron a edificarse en las primeras décadas del siglo XVIII, no puede dudarse que la arquitectura religiosa se inició mucho antes, junto con la civil.
Escribe el historiador Ismael Bucich Escobar: "Basta penetrar en las iglesias para impregnarse de un hondo perfume de antigüedad que emana de los muros, de los ábsides, de las telas centenarias y de las toscas esculturas. En las ciudades del Viejo Mundo las iglesias son, por lo general, contemporáneas del resto de la edificación. En Buenos Aires, los templos son los únicos monumentos que quedan de nuestro pasado secular, porque la edificación humilde que surgió a la par de ellos ha desaparecido y en su lugar se alzaron construcciones gigantescas".

Dentro del panorama de nuestro país en el período hispánico, los más importantes monumentos religiosos se encuentran en la provincia de Córdoba y en prueba de ello basta citar la imponente Catedral, considerada la muestra más representativa de la arquitectura colonial argentina. De acuerdo con las normas impuestas por la Corona española, el fundador de una ciudad debía señalar —próximo a la plaza principal— el terreno donde se levantaría la iglesia, labor en que se empleaban los mejores operarios que se disponían y los materiales más valiosos a su alcance.
Corresponde a los jesuitas y a los hermanos coadjutores el mérito de haber erigido los templos más destacados, labor aun más importante si tenemos en cuenta la escasez de elementos y de mano de obra competente.
Varios fueron los religiosos que sobresalieron en el difícil arte de la arquitectura, pero sobre ellos aparecen con nitidez dos grandes maestros, que se desempeñaron en la misma época, los italianos Andrés Blanqui y Juan Bautista Prímoli. El primero superó —al menos por su infatigable actividad constructiva— a su compañero de congregación .
Las iglesias jesuíticas se inspiraron en la llamada del Jesús (en Roma), obra del célebre arquitecto italiano Vignola (1507-73), que creó una nueva estructura con planta en forma de cruz latina, elevada cúpula sobre el crucero y capillas laterales. La fachada fue obra de Jacobo Della Porta. El edificio sirvió de modelo para levantar en España las primeras iglesias de estilo barroco y, luego, el arquetipo mencionado se imitó en tierras americanas.
Según las constancias documentales, en la Buenos Aires fundada por Pedro de Mendoza en 1536 se levantaron sucesivamente hasta cuatro iglesias, que fueron simples ranchos y ninguna perduró luego del incendio y destrucción del poblado en 1541.

En el interior del real construido por los conquistadores llegados con Mendoza se levantó una iglesia con paredes de adobe y techo de paja, en que rezó misa el presbítero Juan Gabriel Lezcano.
Un poco alejadas del parapeto que defendía el villorrio, se erigieron luego dos capillas. Las tres pequeñas iglesias no tardaron en desaparecer, la primera, destruida por las llamas, y las últimas, arrastradas por las aguas.
Para remplazar el templo quemado, en 1538 se construyó otro con maderas y cuyo párroco fue el presbitero Julián Carrasco. Esta iglesia, puesta bajo la advocación del Espíritu Santo, también fue destruida cuando se despobló Buenos Aires en 1541.

Al fundar Juan de Garay la ciudad de Buenos Aires en 1580, determinó los solares de los principales edificios públicos, entre ellos, la Iglesia Mayor, a la cual adjudicó el lote N° 2, en el mismo sitio que ocupa la actual Catedral.
Comúnmente, los templos de Buenos Aires se levantaron en las esquinas que formaban los ángulos de las manzanas y sólo por excepción en la mitad de una cuadra. Las fachadas se construían retiradas de la línea de edificación, para dar lugar a pequeños atrios defendidos con postes de madera dura y, más tarde, por verjas de hierro. Se llegaba al citado atrio por medio de una corta escalinata. Las iglesias pueden tener una o dos torres —se utilizan como campanario— que terminan en copulines, y también un cimborrio con cúpula sobre el crucero, es decir, donde la nave central es cortada por una trasversal. Tanto los copulines como las cúpulas están cubiertos por azulejos.

Las fachadas más antiguas eran muy simples y se caracterizaban por tener sencillas pilastras estriadas —sin capitel— al lado de la portada y, en la parte superior, una moldura horizontal. Ese aspecto presentaba la iglesia de San Nicolás a mediados del sigloXVIII. El arquitecto jesuita Andrés Blanqui diseñó fachadas inspiradas en el estilo clásico italiano del siglo XVI, con un frontispicio dividido en tres cuerpos y pilastras que dejan espacio para varios nichos u hornacinas, conforme puede observarse en la iglesia del Pilar. La aparición del estilo barroco en nuestro medio está presente en la fachada del templo de San Ignacio, con sus alerones y curvadas molduras.

Su importancia
Las iglesias fueron las obras más destacadas de nuestro país en el período hispánico. Aunque los templos más importantes que han llegado hasta el presente comenzaron a edificarse en las primeras décadas del siglo XVIII, no puede dudarse que la arquitectura religiosa se inició mucho antes, junto con la civil.
Escribe el historiador Ismael Bucich Escobar: "Basta penetrar en las iglesias para impregnarse de un hondo perfume de antigüedad que emana de los muros, de los ábsides, de las telas centenarias y de las toscas esculturas. En las ciudades del Viejo Mundo las iglesias son, por lo general, contemporáneas del resto de la edificación. En Buenos Aires, los templos son los únicos monumentos que quedan de nuestro pasado secular, porque la edificación humilde que surgió a la par de ellos ha desaparecido y en su lugar se alzaron construcciones gigantescas".

Dentro del panorama de nuestro país en el período hispánico, los más importantes monumentos religiosos se encuentran en la provincia de Córdoba y en prueba de ello basta citar la imponente Catedral, considerada la muestra más representativa de la arquitectura colonial argentina. De acuerdo con las normas impuestas por la Corona española, el fundador de una ciudad debía señalar —próximo a la plaza principal— el terreno donde se levantaría la iglesia, labor en que se empleaban los mejores operarios que se disponían y los materiales más valiosos a su alcance.
Corresponde a los jesuitas y a los hermanos coadjutores el mérito de haber erigido los templos más destacados, labor aun más importante si tenemos en cuenta la escasez de elementos y de mano de obra competente.
Varios fueron los religiosos que sobresalieron en el difícil arte de la arquitectura, pero sobre ellos aparecen con nitidez dos grandes maestros, que se desempeñaron en la misma época, los italianos Andrés Blanqui y Juan Bautista Prímoli. El primero superó —al menos por su infatigable actividad constructiva— a su compañero de congregación .
Las iglesias jesuíticas se inspiraron en la llamada del Jesús (en Roma), obra del célebre arquitecto italiano Vignola (1507-73), que creó una nueva estructura con planta en forma de cruz latina, elevada cúpula sobre el crucero y capillas laterales. La fachada fue obra de Jacobo Della Porta. El edificio sirvió de modelo para levantar en España las primeras iglesias de estilo barroco y, luego, el arquetipo mencionado se imitó en tierras americanas.
Según las constancias documentales, en la Buenos Aires fundada por Pedro de Mendoza en 1536 se levantaron sucesivamente hasta cuatro iglesias, que fueron simples ranchos y ninguna perduró luego del incendio y destrucción del poblado en 1541.

En el interior del real construido por los conquistadores llegados con Mendoza se levantó una iglesia con paredes de adobe y techo de paja, en que rezó misa el presbítero Juan Gabriel Lezcano.
Un poco alejadas del parapeto que defendía el villorrio, se erigieron luego dos capillas. Las tres pequeñas iglesias no tardaron en desaparecer, la primera, destruida por las llamas, y las últimas, arrastradas por las aguas.
Para remplazar el templo quemado, en 1538 se construyó otro con maderas y cuyo párroco fue el presbitero Julián Carrasco. Esta iglesia, puesta bajo la advocación del Espíritu Santo, también fue destruida cuando se despobló Buenos Aires en 1541.

Al fundar Juan de Garay la ciudad de Buenos Aires en 1580, determinó los solares de los principales edificios públicos, entre ellos, la Iglesia Mayor, a la cual adjudicó el lote N° 2, en el mismo sitio que ocupa la actual Catedral.
Comúnmente, los templos de Buenos Aires se levantaron en las esquinas que formaban los ángulos de las manzanas y sólo por excepción en la mitad de una cuadra. Las fachadas se construían retiradas de la línea de edificación, para dar lugar a pequeños atrios defendidos con postes de madera dura y, más tarde, por verjas de hierro. Se llegaba al citado atrio por medio de una corta escalinata. Las iglesias pueden tener una o dos torres —se utilizan como campanario— que terminan en copulines, y también un cimborrio con cúpula sobre el crucero, es decir, donde la nave central es cortada por una trasversal. Tanto los copulines como las cúpulas están cubiertos por azulejos.

Las fachadas más antiguas eran muy simples y se caracterizaban por tener sencillas pilastras estriadas —sin capitel— al lado de la portada y, en la parte superior, una moldura horizontal. Ese aspecto presentaba la iglesia de San Nicolás a mediados del sigloXVIII. El arquitecto jesuita Andrés Blanqui diseñó fachadas inspiradas en el estilo clásico italiano del siglo XVI, con un frontispicio dividido en tres cuerpos y pilastras que dejan espacio para varios nichos u hornacinas, conforme puede observarse en la iglesia del Pilar. La aparición del estilo barroco en nuestro medio está presente en la fachada del templo de San Ignacio, con sus alerones y curvadas molduras.

jueves, 17 de octubre de 2019

SANTA SOFIA DE CONSTANTINOPLA

SANTA SOFIA

Esta  magnífica obra fue construida en los años 532-547.

 por su grandeza es estudiada en historia de la arquitectura, la vimos en historia 3 de la facultad de arquitectura.
Originalmente fue una iglesia pagana.
 Su gran cúpula de forma de sector de elipse tiene 31.33 m de luz
                                                                                                                                                                                     
                                                                                                                                                Fuente Tratado general de la construcción                                                                                                                                                                                      

sábado, 12 de octubre de 2019

CONSTRUCCIÓN AZTECA

 LA CONSTRUCCIÓN AZTECA


Los mexicas que fundaron México-Tenochtitlan,( llamados aztecas) y hacia el siglo XV en el periodo posclásico tardío se convirtió en el centro de uno de los Estados más extensos que se conoció en Mesoamérica, asentado en un islote al poniente del lago de Texcoco, sobre los márgenes centro y el sur de los lagos, como en Huexotla, Coatlinchan, Culhuacan, Iztapalapa, Chalco, Xico, Xochimilco, Tacuba, Azcapotzalco, Tenayuca y Xaltocan, hacia finales del Posclásico Temprano (900-1200)​ hoy prácticamente desecado. Sobre el islote se asienta la actual Ciudad de México, y que corresponde a la misma ubicación geográfica. Aliados con otros pueblos de la cuenca lacustre del valle de México —Tlacopan y Texcoco—, los mexicas sometieron a varias tribus y formaron un gran asentamiento que creció culturalmente en el orden artístico, constructivo, de medición y cálculo etc.
En el centro de la ciudad se encontraba el Templo Mayor, un recinto amurallado (con un muro en forma de serpiente, 
templo serpiente, el mayor de los aztecas
Templo Mayor

coatepantli) donde se encontraban los principales templos y la Casa de los jóvenes (telpuchcalli). Cerca de ahí se encontraba el palacio de Axayácatl, que disponía de 100 habitaciones con baño propio para los visitantes y embajadores. Fue ahí donde se alojaron los hombres de Cortés, junto con sus aliados tlaxcaltecas.
como se ven hoy las ruinas aztecas

LA PRIMERA CASA DE DOS PISOS DE BUENOS AIRES

LA PRIMERA CASA DE DOS PISOS DE BUENOS AIRES:
 ALTOS DE ELORRIAGA


Fue construida entre 1812 y  1820 para doña Leocadia Segurola, viuda de don Juan Bautista Elorriaga.

primer casa de dos pisos en buenos aires

LA PRIMERA CASA DE DOS PISOS DE BUENOS AIRES: ALTOS DE ELORRIAGA

Se encuentra en la esquina de las calles  Defensa y Alsina.

Los planos de la misma fueron efectuados por su hermano, Saturnino Segurola.
Los Altos de Elorriaga no solo constituyen la primera construcción de más de una planta de  Buenos Aires; sino que además se trata de una de las pocas esquinas sin ochava que aún conserva la ciudad de los tiempos post coloniales.
primer casa de dos pisos en buenos aires

LA PRIMERA CASA DE DOS PISOS DE BUENOS AIRES: ALTOS DE ELORRIAGA

Los Altos de Elorriaga tenían en su terraza un mirador, del que aún se conserva buena parte para ver anticipadamente el arribo de los barcos a las orillas del Río de la Plata.

Este edificio, por suerte en 1997 fue  declarado Monumento Histórico Nacional. 

Este edificio, elegido como sede original del Museo, fue levantado hacia el año 1808 y es el único en su tipo que subsiste actualmente. Es uno de los ejemplos más destacados del patrimonio arquitectónico de la Ciudad, ya que mantiene su tipología, carpinterías y características tanto de su origen como de las modificaciones que se le hicieron a fines del siglo XIX. Está siendo restaurado y próximamente, se inaugurarán sus locales comerciales y los del Museo.

domingo, 25 de noviembre de 2018

ANTONI GAUDI, VIDA Y OBRA

ANTONI  GAUDI, VIDA Y OBRA



ANTONI  GAUDI
Nació el 25 de julio de 1852 en Reus, España, y fue bautizado con el nombre Antón Plácido Guillem. Fue el quinto y último hijo de una familia humilde en la que el padre era fabricante de calderos de Reus. De él heredó la tradición artesanal. Comenzó sus estudios de arquitectura en la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona y aunque allí no demostró ser un buen estudiante obtuvo su diploma en 1878.Falleció en Barcelona el 7 de junio de 1926 atropellado por un tranvía.

ANTONI  GAUDI, VIDA Y OBRA
Arquitecto español máximo representante del modernismo y uno de los principales pioneros de las vanguardias artísticas del siglo XX. El templo de la Sagrada Familia fue la obra que ocupó toda su vida y que se consideró su principal realización artística, a pesar de que quedó inconclusa y sin un proyecto bien definido.

ANTONI  GAUDI, VIDA Y OBRA
Sus únicos viajes fueron una visita de estudios a Mallorca y a Carcasona, apenas conseguido el título (1878); una rápida excursión por Andalucía y Marruecos —llevado allí por un cliente— en 1887; retornos a Palma para la restauración de su catedral entre 1902 y 1904, y una breve estancia en los Pirineos para curarse de las fiebres de Malta en 1911.

ANTONI  GAUDI, VIDA Y OBRA
El proceso artístico de Gaudí evoluciona en fases que se pueden distinguir cronológicamente: una vez finalizados sus estudios en la Escuela Provincial de Arquitectura, realiza sus primeros proyectos en un estilo victoriano, cuya característica más evidente es la contraposición entre las masas geometricas y las superficies, en las que la exuberante decoración se obtiene mediante el empleo de distintos materiales: piedra, ladrillo, mayólica y acero.

ANTONI  GAUDI, VIDA Y OBRA
Al entrar en la escuela de Arquitectura Gaudí no acepta el academicismo, la estricta copia de los estilos del pasado, y encuentra ciertas dificultades para pasar los exámenes. Sin embargo, se interesa por el pasado histórico de su patria, por la filosofía y el humanismo y asiste a las conferencias que Pau Milá i Fontanals dicta en el Ateneu barcelonés en defensa de la arquitectura gótica.

ANTONI  GAUDI, VIDA Y OBRA
Con el Centre Cátala d’Excursions Cienttfiques viaja por el sur de Francia. En Toulouse puede ver la reconstrucción que Viollet-le-Duc, uno de los arquitectos a quien más admira, lleva a cabo en Saint-Sernin. Pero al parecer, el espíritu del arquitecto francés, su acentuación de las líneas, su cromatismo no gustan a Antoni Gaudí, que cree que más que reconstruir, Viollet-le-Duc caricaturiza el arte medieval.


ANTONI  GAUDI, VIDA Y OBRA
Durante los últimos años de su carrera, Gaudí colabora con numerosos arquitectos barceloneses. Parece, sin embargo, un tanto dudosa su supuesta participación en el proyecto del camerín de la Virgen de Montserrat, llevado a cabo por Francisco P. del Villar, e incluso en las obras de la cascada del parque de la Ciudadela, dirigidas por José Fontseré. No ofrece dudas en cambio su colaboración en la iluminación de la desaparecida Muralla del Mar y sus proyectos para la Societat Obrera Mataronina, grupo que va a la cabeza del cooperativismo catalán.

ANTONI  GAUDI, VIDA Y OBRA
De lo proyectado en Mataró (fábrica, sede social, ciudad-descanso, etc.) sólo se llevó a la práctica un quiosco y una sala de máquinas en la que utilizó como sostén de la cubierta una serie de arcos parabólicos de madera.

ANTONI  GAUDI, VIDA Y OBRA
Quizá en el Park Güell, más que en ninguna otra construcción, Gaudí conjuga en sí, salvando la especialización que ya ha pasado a ser una premisa de la elevada tecnología constructiva, el carácter de escultor que modela los volúmenes, el que transforma un árbol o la silueta de una mujer en una columna, del pintor que cualifica las formas a través del cromatismo y la luz. Gaudí, además, como un hombre de la Edad Media o del Renacimiento, es también el ceramista y el forjador, no el arquitecto que proyecta, sino el hombre que crea sus obras, sin duda ayudado por grandes colaboradores, como Jujol, que realizó las decoraciones en cerámica de la sala dórica. Bajo este aspecto, Gaudí ha sido considerado como reaccionario al no proyectar en aras de un futuro abandonando cualquier relación con el pasado, y no rendir culto a la estética de la máquina y del hierro, no trabajando para una nueva sociedad. Pero Gaudí entiende la arquitectura como un camino de salvación para el hombre, el arquitecto no es el ingeniero que diseña máquinas para vivir, es el hombre que intenta elevar a sus semejantes al conocimiento supremo a través de la armoniosa y a la vez fantástica ordenación del espacio, de los volúmenes, de las formas y del color.

En 1878 Gaudí obtiene el título de arquitecto y un año después proyecta la primera obra importante, la Casa Vicens de la calle de las Carolinas en Barcelona, después de realizar varios trabajos de segundo orden, como el proyecto de una portada monumental para un cementerio y el de unas farolas para la barcelonesa plaza Real, en las que demuestra ya su consideración por la naturaleza, al concebirlas según las leyes de crecimiento de las plantas.

El efecto general recuerda el estilo morisco, siendo ejemplos de ello la Casa Vicens y el palacio Güell de Barcelona. En la fase siguiente, entre 1887 y 1900, Gaudí experimenta las posibilidades dinámicas de los estilos clásicos: el gótico (Palacio Episcopal de Astorga y la Casa de los Botines de León) y el barroco (Casa Calvet de Barcelona).

Entretanto se construye la casa Vicens, el arquitecto se preocupa por el arte mobiliar y envía a la Exposición Internacional de París de 1878 un proyecto de escaparate-vitrina para una farmacia barcelonesa. A pesar de que el diseño no despierta gran interés, atrae la atención de Eusebio Güell, conde, terrateniente y avispado industrial, que a partir de entonces será su más fiel cliente y admirador. Para el conde Güell, proyecta en 1882 un pabellón de caza que debía de construirse en Garraf, al mismo tiempo que en colaboración con Joan Martorell realiza un anteproyecto para la iglesia de los benedictinos de Villaricos, en Cuevas de Vera (Almería).
En esta época, el joven arquitecto es abierto, voluble, anticlerical; gusta de la buena mesa y sigue la moda en el vestir. Su dandismo se manifiesta en su gabán beige y en las botas altas que calza, elementos que dan un carácter un tanto frivolo a su figura.

A Gaudí no le faltan encargos y 1883 se convierte en el año crucial de su carrera como arquitecto. Por una parte, un amigo del conde Güell, Máximo Díaz de Quijano, le encarga la construcción en una villa residencial en Comillas (Santander). Por otra, construye la finca Güell en el barrio barcelonés de Les Corts y, a finales de aquel año, el día 3 de noviembre, acepta continuar los encargos de edificación del templo de la Sagrada Familia en Barcelona.

Y desde principios de siglo, la práctica arquitectónica de Gaudí pasa a ser algo único, que ya no se puede clasificar con una nomenclatura estilística convencional. Es el período en el que el arquitecto vuelca toda su potencia expresiva en la Sagrada Familia, que incluso lo compromete y obliga más como hombre religioso que como artista. Hijo de un calderero (durante toda su vida sintió el orgullo del artesano capaz de doblar a voluntad el metal), estudió en el colegio de los padres escolapios, asimilando quizá en aquellos años el germen de un rigor moral que lo convirtió en un ser intransigente y solitario.

Fue, evidentemente, un personaje taciturno y huraño que pasaba todo su tiempo sumergido en el trabajo, que cada día se acercaba a la iglesia, prefiriendo las largas conversaciones con unos pocos íntimos a las reuniones mundanas, y que siempre iba tan desaseado y tan mal vestido que a veces, como se ha recordado al principio, podía ser confundido con un mendigo. Por otra parte, y desde luego por completo al margen de esas anecdóticas y pintorescas limosnas, Gaudí necesitaba dinero, mucho dinero, para llevar adelante las obras de la Sagrada Familia, el gran templo votivo que durante cuarenta y tres años —de 1883 a 1926, año de su muerte— fue el exclusivo fin de su existencia.
En esta empresa gastó todo lo que poseía, conformándose con vivir pobre y sencillamente, como un ermitaño; pero el dinero nunca era suficiente. Y ello, en parte, a causa de su falta de previsión, por su modo de trabajar con programas ilimitados, con intuiciones, arrepentimientos y muchos imprevistos que hacían subir tanto los costos que perjudicaba a los que sufragaban los gastos.
Pero Gaudí no se preocupaba por esas cosas: la suya era una búsqueda ininterrumpida en la que no podía ni quería aceptar en el trabajo plazos determinados.
Cuando pasó a ser prácticamente su propio mecenas, no se avergonzó ni tuvo el menor reparo en transformarse en una especie de postulante que pedía constantemente, pues para él lo que se ponía en juego era importantísimo.
Como tampoco le molestaba ser tildado de “snob” por la gente: para los conformistas de la época (cada época los tiene) no era fácil admitir que un hombre de un aspecto tan modesto pontificase con tanta autoridad o se permitiese exigir ayudas monetarias. Para ellos un hombre tan mal vestido y desaseado no podía ser más que un revolucionario o un visionario. Pero Gaudí continuaba tranquilamente su trabajo.
Le bastaban las conversaciones con sus colaboradores —tuvo muchos, y de talento, que se pusieron a su lado sin pedir nada a cambio— o los raros encuentros con visitantes excepcionales, como el filántropo Albert Schweitzer o el poeta Juan Maragall Gorina, partidario entusiasta del resurgimiento catalán. Permaneció siempre soltero y en los últimos años de su vida vivió completamente solo.
Durante cierto tiempo tuvo a su lado a su padre y a una sobrina, pero cuando éstos murieron fue atendido por dos monjas carmelitas de un convento cercano, que después lo recordarían como una persona devota y amable. Una de sus más bellas fotografías lo reproduce, ya con sententa años de edad, con un largo cirio en la mano, mientras participa en la procesión del Corpus Christi.
Todas las mañanas, antes de dirigirse a las obras se detenía en la iglesia de San Felipe Neri, para oír misa. Hacia allí se dirigía, como de costumbre, la mañana del 7 de junio de 1926 cuando fue atropellado por un tranvía: a consecuencia de las heridas murió tres días después. siendo sus restos inhumados en la cripta de la gran catedral inacabada.
Se cerraba así, después de setenta y cuatro años, una existencia que había transcurrido casi por entero dentro del horizonte de Barcelona, este horizonte al que la piedad profunda y rica en fantasía de Gaudí caracterizó y modificó definitivamente al levantar en él los increíbles pináculos de un templo que había de convertirse en una especie de símbolo de la ciudad.