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jueves, 10 de septiembre de 2015

PALACIO ORTIZ BASUALDO

PALACIO ORTIZ BASUALDO





 Situado sobre Arenales, entre Basavilbaso y Maipú, frente a la Plaza San Martin, fue el regalo de bodas de Don Nicolás de Anchorena y su esposa, Doña Mercedes Castellanos, a su hija Matilde, con motivo de su enlace con Don Carlos Ortiz Basualdo.










Obra del arquitecto belga Jules Dormal, ocupaba una superficie de aproximadamente 3000 m2, distribuídos entre el magnifico palacio de 3 pisos y el jardín con su bella fuente de mármol.

Inaugurado en 1904, mereció el "Primer Premio a la Mejor Fachada", otorgado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.









Demolido en la década del ´60, en el solar hoy se levanta el edificio de "American Express".


miércoles, 9 de septiembre de 2015

PALACIO BAROLO

PALACIO BAROLO


Luis Barolo, progresista y poderoso productor agropecuario, llego a la Argentina en 1890.
Fué el primero que trajo máquinas para hilar el algodón y se dedicó a la importación de tejidos.
Instaló las primeras hilanderías de lana peinada del país e inició los primeros cultivos de algodón en el Chaco.
En el centenario de la revolución de Mayo, conoció al Arq. Mario Palanti (1885-1979), a quien contrató para realizar el proyecto de un edificio que tenía en mente.  
Este se convertiría en una propiedad exclusivamente para rentas.
Luis Barolo pensaba, como todos los europeos instalados en Argentina, que Europa sufriría numerosas guerras que destruirían todo el continente.
Desesperado por conservar las cenizas del famoso Dante Alighieri, quiso construir un edificio inspirado en la obra del poeta,
“la divina Comedia”.

El terreno elegido para levantar el palacio tenía una superficie de 1365 m2 y un frente de 30,88 metros.
Ubicado en la Avda. de Mayo 1370 y Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen), la superficie cubierta resultó de 16.630 m2.
En 1919 comenzó la edificación del palacio que se convirtió en el más alto de latinoamérica, y en uno de los más altos del mundo en hormigón armado.
Con un total de 24 plantas (22 pisos y 2 subsuelos), 100 metros de altura se hicieron posibles gracias a una concesión especial otorgada por el intendente Luis Cantilo en 1921, ya que superaba en casi cuatro veces la máxima permitida por la avenida. Hasta el punto más alto de la cúpula mide 90 metros, llegando a los 100 con un gran faro giratorio de 300.000 bujías que lo hacia visible desde Uruguay.
Una usina propia la autoabastecía en energía. En la década del ´20, esto lo convertiría en lo que hoy denominaríamos “edificio inteligente”.

Desde entonces existen 2 montacargas y 9 ascensores, dos de los cuales están ocultos. Estos últimos respondían a las actividades comerciales de Barolo. Al llegar la mercadería ingresaba desde los montacargas ubicados en el acceso de lo que hoy es Hipólito Yrigoyen hacia los 2 subsuelos, de 1.500 m2 cada uno. Barolo utilizaba los ascensores ocultos para desplazarse de sus oficinas en planta baja, 1° y 2° piso, hasta los subsuelos evitando el contacto con sus inquilinos, que ocupaban las dependencias a partir del tercer piso.
Desde un inicio el Palacio provocó cierta perplejidad., se habló de estilo “remordimiento italiano”, gótico romántico, castillo de arena, o cuasi gótico veneciano.
La construcción finalizó en 1923 siendo bendecida el 7 de junio por el nuncio apostólico Monseñor Giovanni Beda Cardinali.
En planta baja funcionó hasta su desaparición, la agencia de noticias “Saporitti”.

En la actualidad es un edificio exclusivamente de oficinas. 

viernes, 4 de septiembre de 2015

HOTEL MARRIOTT PLAZA UN MUNDO DE GLAMOUR

 HOTEL MARRIOTT PLAZA
UN MUNDO DE GLAMOUR



 
Posado frente a la plaza San Martín (en Florida y Marcelo T. de Alvear) desde 1909, conforma una postal clásica de la ciudad con el edificio Kavanagh.  


Si bien fue remodelado varias veces desde su fundación por Ernesto Tornquist, conserva el aspecto elegante que lo caracteriza, así como los ambientes lujosos, en los que abundan refinados detalles de decoración.  

Esa impronta de distinción se manifiesta sobre todo en la suite Fundador 02, donde se alojaron célebres personalidades del mundo. 

Entre ellos, se cuentan el escritor hindú Rabindranath Tagore, Enrico Caruso (que rompió el espejo de un botiquín al ensayar un allegro vivace), el Sha de Persia, Charles De Gaulle -cuya larga talla obligó a construir una cama especial, más tarde también usada por Rock Hudson-, Theodore Roosevelt, Neil Armstrong, Indira Gandhi, Arturo Toscanini, Pelé, María Callas, Albert Sabin y Luciano Pavarotti.
 


En este hotel, donde el presidente Carlos Alvear tenía un escritorio permanente en una suite del cuarto piso, Gardel cantó "Caminito".  

En 1957 se improvisó una sesión de jazz del mejor, cuando Louis Armstrong  tocó su trompeta desde la ventana de su habitación, acompañado desde la vereda por jóvenes músicos locales.
 
Las paredes del restaurante La Brasserie conservan murales que recrean la vida social del Buenos Aires de 1900, pintadas en la época en que el lugar funcionaba como Salón para señoras.  
También permanece intacto el Plaza Bar, entre cuyas paredes de madera solía darse cita la alta sociedad porteña, para compartir copas y canapés.  
A su vez, el Plaza Grill se mantiene desde 1909 revestido con maderas traídas de Europa y mosaicos holandeses. Allí siempre llamaron la atención los ventiladores de India, un toque exótico

sábado, 29 de agosto de 2015

Curiosa construcción

Curiosa construcción



 

Esta casa corresponde al denominado "estilo Tudor" en arquitectura. Este estilo está emparentado a los castillos mediavales. J. Molinari, un arquitecto italiano, fue traído a la Argentina por la companía de electricidad Italo-argentina, para construir usinas eléctricas, la usína más emblemática que construyó con el estilo Tudor es la de Ing. White. Asimismo, estando en Argentina realizó muchos trabajos particulares, encargados por privados y por algunos municipios -Bahia Blanca-.
   Si bien no hay fecha precisa de estra construcción, los demás trabajos identificados pertenecientes a Molinari datan entre los años '30 y '50, por eso es de suponer que esta construcción corresponde a esa época.
Ubicación: José Antonio Cabrera 3070

Fuente: http://curiosidadesrhmbuenosaires.blogspot.com.ar/2010/04/curiosa-construccion.html

viernes, 28 de agosto de 2015

EL CASTILLO DE LOS AYERZA


EL CASTILLO DE LOS AYERZA



No existe la documentación que acredite quién construyó el castillo, pero suponemos que fue José Sahores Prat, quien ateniéndose a los criterios estéticos imperantes en la época, encargó una vivienda que respondía a los modelos arquitectónicos europeos de las clases adineradas.

Tres eran básicamente los ejemplos que tomaban nuestros arquitectos y constructores a la hora de proyectar: la villa italiana, el palacio francés y la casa de campo inglesa. Es necesario aclarar que no podemos hablar de estilos sino de tendencias, que muchas veces fueron puramente decorativas y no estructurales. Lo cierto es que a partir del primer cuarto del siglo XIX, se fueron imponiendo nuevas ideas que aspiraban superar la herencia española.

La construcción que nos ocupa tiene una clara influencia de la arquitectura francesa, paradigma que las elites criollas tomaron y que se manifestó especialmente en los edificios públicos. La sociedad argentina vivió una modernización que se vio acentuada por la llegada de notables arquitectos franceses que influyeron en el diseño urbano, la decoración de interiores y también en el paisajismo.

De acuerdo a los testimonios de los descendientes de Rómulo Ayerza, esta mansión está inspirada en la casa donde falleció el padre de Santa Teresita de Jesús, el Chateau de la Musse, cerca de Lisieux, Francia.
Las fotografías nos muestran un leve parecido en el tipo de estructura, siendo la francesa mucho más grande, y también en los colores, donde predominan el rosa subido y los marcos blancos de puertas y ventanas.

Transcribimos parte de la carta que Martha Ayerza, religiosa del Sagrado Corazón, dirigió en abril de 1992 a su hermana Sara, cuando Julio Fernández, martillero de la zona, le pidió datos sobre los orígenes de esta propiedad. En ella, la hermana Martha hace referencia al Diario de la esposa de Rómulo Ayerza, María Jacobé Iraola, a quien llamaban Mamama. El 28 de octubre de 1896, ella escribe: "Hoy a las 14 horas firmamos la compra de Morón". La religiosa aclara en su carta que la finca se compró en $45.000, que eran 15 hectáreas y que la familia se instaló a veranear por primera vez el 11 de diciembre de ese año.

En una larga entrevista a Esther Ayerza Bosch de Vivot, a la que se incorporó más tarde su hermano Diego Ayerza Bosch, ambos nietos de Don Rómulo, hemos obtenido un minucioso relato sobre la vida de la familia en la Quinta San José, entre las décadas del 20 y el 50. En este testimonio, que enriquece la descripción técnica del edificio, se detalla cómo era la casa, cómo estaban distribuidos sus espacios y cuáles eran sus funciones. Esther Ayerza cuenta: "La quinta de Morón, que era de mi abuelo, la había comprado en 1896 y lo hizo porque su mujer María Jacobé, después su hija, y luego toda su familia, heredaron el asma como un signo familiar. Y en ese momento se decía que Castelar era un lugar alto, que era bueno para los pulmones. Así que, por eso fue que el abuelo compró esa quinta."

El terreno donde estaba ubicada la casa formaba parte de un gran lote que se extendía
de este a oeste, desde el arroyo Morón hasta la calle Zapiola, y se amplió posteriormente hasta la actual calle Avellaneda; de norte a sur iba desde la actual Avda. Sarmiento hasta las vías del Ferrocarril del Oeste. En el predio inicial había varias edificaciones, algunas incluso más antiguas que el propio Castillo. Este edificio es un típico palacete francés, antaño rodeado de amplios espacios verdes. Con una estricta simetría academicista, posee tres niveles y un subsuelo. Al "piano nóbile" se ingresaba mediante una gran escalinata central de mármol blanco, hoy modificado por escaleras paralelas a la línea de edificación, revestidas, al igual que el zócalo del subsuelo, en ladrillo visto. Dos grupos de columnas jónicas enmarcan el ingreso principal, resuelto a modo de "loggia". Molduras y dinteles en relieve destacan los amplios ventanales, todos con grandes balcones con balaustre. La cubierta está resuelta en mansarda con crestería de zinc. El acceso principal al Castillo era por el norte, hacia donde estaba orientada la escalinata de entrada de la casa. También existía otra entrada del lado de las vías del Ferrocarril, que era la que habitualmente utilizaban quienes hasta allí llegaban. Recuerda Esther Ayerza: "La entrada importante estaba sobre Sarmiento, que tenía un portón de tres puertas. Uno ancho como para autos y dos a los costados como para personas, con sus lindas rejas y las columnas que eran también coloradas como la casa. La casa siempre fue de color rosa oscuro... Siempre entrábamos por el portón que estaba al lado de la barrera que estaba al final de la calle Zapiola ...A esa altura había ahí una casilla de señales que decía Ayerza, un poquito antes de la barrera. Pero el tren no paró nunca ahí". Evocando el recorrido, Esther recuerda cómo era la llegada a la Quinta San José: "Entrabas por una calle de casuarinas que iba hasta la casa... tres o cuatro cuadras. Después llegabas y había una escalera grande de mármol. Subías, entrabas, y había un hall largo. A la derecha la primera puerta, que tenía un vitraux, era la capilla donde todos los días había misa, en época de abuelo. A la izquierda estaba, al frente el escritorio, y después estaba el dormitorio principal, que era donde dormía abuelo... Luego el gran comedor y el baño. Después el comedor tenía una especie de office grande separado por una mampara de vidrio y un monta carga por donde se bajaba o subía la comida, porque la cocina era abajo".

El amoblamiento de la casa, a pesar de que los muebles eran traídos de Europa, era según recuerda Esther, muy sobrio. Las paredes estaban prolijamente empapeladas con un diseño de flores: Esther recuerda, y nos muestra en medio de su relato, unos libros forrados con ese papel. Continuando con el recorrido, subimos al primer piso. "De la planta de entrada salía una gran escalera... que subía a los tres pisos. Era importante, de roble, muy linda." Y continúa: "Entonces se subía por la escalera, era altísimo... y llegabas al piso del medio, que era el de los dormitorios. Al frente daban dos dormitorios, después había dos más que daban uno al costado y otro al fondo, y un gran cuarto de estar, y el baño en la torre". Y concluye Esther: "Seguías por la escalera y llegabas a la mansarda, donde había como dos departamentos, un cuarto de estar, un dormitorio, y un baño."

En cuanto a los sanitarios, de acuerdo a los testimonios, existía uno solo cuando Don Rómulo compró la casa. En 1946, su hijo Luis le agregó un baño por piso en la torre que está ubicada en la esquina sureste. Esto hace que hoy estos cuartos de baño nos sorprendan por su forma circular y sus coloridos vitrales. El subsuelo de la casa estaba destinado -como era costumbre y respondiendo a una marcada jerarquización de usos y funciones- al servicio doméstico. Según cuenta Esther, "abajo estaba la despensa, la enorme cocina y el comedor de servicio. Había tres dormitorios muy grandes para el personal doméstico. Y una carbonera porque la cocina era de carbón...El lavadero estaba afuera." De los servidores recuerda: "Había un cocinero que era el único que no vivía en la casa, era un italiano... Después estaba el pinche de cocina con su señora que era la lavandera... También estaba Helena Lamber, que era la mucama de adentro de abuelo, que era irlandesa o algo por el estilo, que también era fija porque después venía a la casa de Buenos Aires todo el año... Cuando venía mi tía Lía, casada con Belocq, traía su mucama particular. Y después había siete peones que eran los que se ocupaban de la quinta, que eran los que araban el rosedal. Pero el hombre de confianza del abuelo era Pedro Lind".
Graciela Saez
Revista de Historia Bonaerense Nº 33

Instituto y archivo histórico municipal de Morón

jueves, 27 de agosto de 2015

El edificio estilo Jugendstil, la versión germana del art nouveau, Otto Wolf

El edificio estilo Jugendstil, la versión germana del art nouveau, Otto Wulf



En la esquina de la avenida Belgrano y Perú se destaca un edificio que, a primer vista, se podría interpretar como una construcción esotérica o masónica; sin embargo ese edificio guarda una historia local y, a su vez, relacionada con un imperio europeo de la época de la primera guerra mundial

   El edificio Otto Wolf se encuentra ubicado en la esquina de la Av. Belgrano y Perú y fue mandado a construir por el empresario naviero y cónsul austro-húngaro Nicolás Mihanovich y por el empresario Otto Wolf para albergar la sede diplomática del imperio Autro-húngaro. El edificio también fue llamado "La casa de la vieja virreina" aludiendo a la casona que había existido en el lugar que fuera adquirida en 1801 por el octavo virrey del Río de la Plata Joaquín del Pino y Rozas para albergar a su familia (siete hijos de un primer matrimonio y nueve del segundo matrimonio). El virrey falleció en 1804 y vivió en la casa su viuda Rafaela de Vera Mujica y López Pintado que murió en 1816. Juana del Pino y Balbastro, una de las hijas del matrimonio, vivía en las proximidades de esta casa en la calle Defensa 346/356 pues desde 1809 era esposa de Bernardino Rivadavia, primer presidente argentino (1826-1827).

   La casa era una de las más importantes de la capital del virreinato del Río de la Plata, no solo porque era una de las más ostentosa sino también porque era visitada por los hombres más importantes de la ciudad de Buenos Aires de la época colonial.

   Aquella casa tenía un elaborado pretil calado y heráldica en la puerta, siendo modelo de las grandes casas patriarcales porteñas. En la parte superior había una azotea protegida con una balaustrada de mampostería, calada por aberturas, llamadas "oculus", y varios pináculos sobre la baranda. Desde allí se luchó el 5 de julio de 1807 cuando los ingleses quisieron tomar por asalto la vivienda.

   Luego el edificio perteneció al padre del obispo Medrano, quien hizo grabar su escudo de familia sobre la puerta principal y fue residencia obispal de la ciudad de Buenos Aires, vivienda del ministro de Portugal ante la Confederación y desde el 23 de mayo de 1878 sede del Montepío Municipal, (antecesor del Banco Ciudad de Buenos Aires). A fines del siglo XIX esa casa fue convertida en inquilinato.

   Finalmente vino la venta en pública subasta en la cual Mihanovich adquirió la casa en $ 60.000.- y la posterior demolición de las construcciones existentes, y su reemplazo por el edificio Otto Wolf. El arquitecto danés que diseñó el edificio, Morten F. Rönnow, antes de demoler la casa, realizó un relevamiento que entregó a la Escuela de Arquitectura.

   La legación austrohúngara tuvo allí su sede desde la inauguración del edificio hasta el derrumbe del imperio austrohúngaro al finalizar la Primera Guerra Mundial. Actualmente está dividida en 56 unidades ocupadas por oficinas comerciales y profesionales, principalmente estudios de arquitectura, siendo su entrada por la calle Perú.

   El estilo arquitectónico del edificio ha sido ubicado en el Jugendstil, la versión germana del art nouveau, pero también tiene rasgos renacentistas, del neogótico y del eclecticismo, más algunos trazos esotéricos del Palanti, principalmente los de su maravilloso edificio Barolode la avenida de Mayo.

   Una excentricidad que viene de los tiempos de la arquitectura griega consiste en reemplazar las columnas por figuras humanas, reviviendo así a las cariátides, unas mujeres que sostienen aparentemente sin esfuerzo el techo del pórtico lateral de un templo llamado Erecteión, que está en la Acrópolis de Atenas. Cuando esas figuras son masculinas se llaman atlantes. En este edificio lucen ocho atlantes, tres sobre la calle Belgrano y cinco sobre Perú, de cinco metros, en actitud de estar sosteniendo desde el segundo piso el resto de la construcción, cada uno de los cuales representa uno de los artes y oficios relacionados con ella: herrero, carpintero, albañil, forjador, aparejador, escultor, y en la ochava el jefe de obras y el arquitecto o sea el mismo Rönnow. Una curiosidad es que las figuras tienen rasgos correspondientes a la población autóctona. En el fuste, hay unas esculturas de cóndores de 5 metros de altura y también de otros ejemplares de la fauna local, tales como osos, loros, pingüinos y lechuzas. Las figuras no son de piedra sino de hormigón armado, señalando que los constructores prefirieron las técnicas más modernas.
   El edificio está rematado por dos bellas torres cupuladas, a partir del séptimo piso, cada una con un depósito de agua disponible en caso de incendio, hechas -como los atlantes- en hormigón armado, que rematan en dos altas agujas. Como una lleva el sol en su extremo y la otra una corona, (parece que perdió la luna original), que se conjeturó que representaban al emperador Francisco José y a su esposa, Isabel de Wittelsbach-Wittelsbach, conocida como Sissí que muriera en 1898 y, asimismo, a la alianza imperial entre Austria y Hungría.

   En la actualidad el edificio Otto Wolf sigue llamando la atención de los transeúntes, su imponencia en aquella esquina atestigua la opulencia de Buenos Aires en los primeros años del siglo XX.







Wenceslao Wernicke

Gracias Rincones, Historias y Mitos
Fuente: http://rhmbuenosaires.blogspot.com.ar/2010/05/el-edificio-otto-wolf.html

viernes, 21 de agosto de 2015

Catedrales góticas historia e imagenes

El estilo gótico en las iglesias y catedrales

Muy interesante lo que cuenta José Luis Corral sobre la historia de esta arquitectura, que se elevaba al cielo buscando a Dios y hacia entrar su luz en sus naves.
Es decir, que el estilo gótico probablemente no hubiera existido sin la cosmología platónica que se estudiaba en Chartres en el siglo XII ni la espiritualidad que se concretó en monasterios como el de Claraval, tal y como reseñó hace más de medio siglo Otto von Simson. 
Como espacio monumental y trascendente, la catedral gótica fue un lugar propicio para el desarrollo de la música y el canto. Las ceremonias religiosas se adornaron con música polifónica acompañada de instrumentos cada vez más variados y complejos. 

Catedral de Colonia, Alemania

Mientras se desarrollaba la catedral gótica, a mediados del siglo XII lo hacía también la música polifónica, muy apropiada para cantarse bajo las rotundas bóvedas ojivales. El canto gregoriano se adaptaba perfectamente al ambiente cerrado y severo de los monasterios de los siglos X y XI, pero la cultura urbana de los siglos XII y XIII necesitaba otro tipo de música para ser interpretada y cantada en las catedrales góticas. Así fue como surgió una música nueva, más brillante y variada, que alcanzó su máxima expresión en la capilla de música de Nuestra Señora de París entre los siglos XII y XIV en la llamada Nova cantica, de la que el compositor Perotin fue el máximo exponente. En esa misma línea, todas las catedrales dispusieron en la Edad Media de su propia capilla de música. 
La época del origen del gótico fue un tiempo luminoso en el que creció la población, se desarrollaron las ciudades, se reactivaron el comercio y la industria artesanal, se fundaron universidades y escuelas y algunos intelectuales creyeron que una «edad de oro» era posible. 
Este periodo de la historia europea es el que corresponde a la época de las Cruzadas, una iniciativa de la cristiandad para lograr recuperar los Santos Lugares, pero también un esfuerzo por abrirse a nuevos mundos y a nuevos mercados. Y es, además, la época en la que comenzaron a dibujarse los rasgos fundamentales de lo que más tarde serán los nuevos Estados europeos y las monarquías feudales, que acabarán definiendo una sociedad y un concepto del territorio y de la nación que, pese a las notables modificaciones seculares, se han mantenido hasta comienzos del siglo XXI. 
Entre los siglos XII y XIII, los Estados cristianos de la península Ibérica acabaron imponiéndose sobre el islam andalusí, el reino de Francia logró encontrar el camino hacia la vertebración y la futura unidad territorial que andaba buscando desde los tiempos de los herederos de Carlomagno, Inglaterra se consolidó gracias a la continuidad de la dinastía instaurada por Guillermo I el Conquistador, el Sacro Imperio romano germánico se asentó en Europa central y las repúblicas italianas crearon las bases de su desarrollo económico y político. Además, la Iglesia, tras la reforma del papa Gregorio VII (1073-1085), recuperó la autoridad espiritual y terrenal que había perdido tras las crisis, cismas y escándalos que la habían azotado en siglos anteriores. 
Europa emergió de varios siglos de decadencia, invasiones, inestabilidad política, miedos atávicos y carencias de todo tipo. Los europeos vivieron a partir de entonces una época de expansión y desarrollo desconocidos desde la época del emperador romano Marco Aurelio (161-180), y fueron capaces de sentar las bases para una sociedad nueva en la que había pan para todos y se disfrutaba de una manera más alegre de entender la vida. 
Tal vez sólo lo parezca y mi visión de esta época esté deformada por la magnitud de las catedrales góticas y por el contenido en libertades de los fueros y cartas pueblas de los siglos XII y XIII, pero me da la impresión de que aquél fue un tiempo en el que se podía sentir en las calles de muchas ciudades de Europa un aire fresco en el rostro y una cierta sensación de libertad en un momento en el que nadie en las florecientes ciudades preguntaba quién eras, qué hacías ni de dónde venías.
La nueva arquitectura gótica que estaba a punto de aparecer en la primera mitad del siglo XII supuso una verdadera revolución en la arquitectura, gracias al descubrimiento de innovaciones técnicas, desconocidas hasta entonces, que cambiaron los conceptos de la construcción y la manera de concebir los grandes espacios cubiertos. 

El Duomo de Milán

Tal vez fuera el propio maestro de obras que hacia 1130 dirigía la fábrica románica de la abadía de Saint-Denis, o quizás alguien que llegó de quién sabe qué lugar para responder a las demandas de Suger; pero, sin duda, se trataba de un constructor (maçon en francés) genial que supo dar con la respuesta precisa al reto lanzado por el abad: construir una iglesia donde los muros no fueran de opaca piedra, sino de transparente luz.
La solución que ese arquitecto anónimo presentó al abad revolucionó la historia de la arquitectura y la cambió durante siglos. El nuevo estilo se basaba en el uso del arco de doble centro, el ojival, gracias al cual el empuje que ejercen las bóvedas se desvía hacia arriba y hacia afuera del edificio. Este tipo de arco ya había sido desarrollado por arquitectos germanos a finales del siglo XI, aunque con poco éxito, pero utilizado con el apoyo de contrafuertes que lo mantuvieran en pie se podían elevar las bóvedas de las iglesias hasta alturas imponentes y, sobre todo, abrir casi por completo los muros de piedra, al cubrir el espacio con bóvedas de crucería, que ya no necesitaban de gruesos muros para sustentarlas, sino de estilizados pilares o columnas.

Catedral de Reims Francia

Este nuevo planteamiento arquitectónico requería de la construcción de las naves de las nuevas iglesias a partir de la sucesión de tramos, entre pilar y pilar, que se deberían cubrir con bóvedas de arcos cruzados. Para ello, los extremos de los arcos, cuyos nervios transmiten el peso, se asentarían en un pilar o una columna y no en muros corridos. Quedaba por resolver el empuje hacia el exterior de los arcos, que se solucionó mediante la construcción de contrafuertes, uno por cada pilar o columna, situados hacia el exterior de las naves, y que eran los elementos destinados a soportar el empuje de las bóvedas de crucería, que en el caso de las de cañón o de aristas del románico recaían directamente sobre los muros. Con ese nuevo sistema fue posible abrir por completo los muros entre cada contrafuerte de arriba abajo, prácticamente desde el tejado hasta el suelo.